Peso argentino

DEVOLVIENDO LA CERTEZA AL PESO ARGENTINO (2022)

 

Billetes cortados y pegados  28 x 19 cm.

Hace varias semanas entrevisté a la economista argentina Ana Barberis. La vi en un café del barrio de Once, en donde hablamos sobre su polémico proyecto.


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El experimento conocido como el “marshmallow test” se utiliza para indagar la capacidad de las personas para esperar en aras de obtener una gratificación mayor a la que se obtendría sin la espera. Niños de pre escolar son enfrentados al dilema de comer un dulce inmediatamente o ser capaces de contenerse un poco y, después de un tiempo, recibir dos dulces.
Las niñas más capaces de esperar armaban distintas estrategias para poder frenar su deseo. Algunas cerraban los ojos para no ver el dulce, otros intentaban distraerse con un juego. Otro ponía las manos frente al dulce para no tenerlo a la vista. Quienes armaban estas estrategias creían que el autocontrol les daría una recompensa. En un inicio los resultados se atribuyeron a la personalidad, hay gente que sabe esperar y gente que no.

Más adelante las investigadoras comenzaron a observar cómo influía el entorno en las desiciones de los niños. Un grupo fue puesto en un ambiente que daba la sensación de previsibilidad y otro fue puesto a propósito en un entorno imprevisible.
El experimento creo estas dos sensaciones dando a las niñas útiles defectuosos para dibujar y prometiéndoles que después de unos minutos les traerían otros. En el entorno previsible las niñas recibían al cabo de unos minutos los útiles correctos; mientras que en el imprevisible, debían de escuchar excusas una y otra vez acerca de por qué no era posible traer los útiles. Y una vez que los niños fueron “entrenados” en uno de los dos ambientes se les aplicó el “marshmalllow test”. Lo que descubrieron es que quienes estaban en el entorno previsible podían controlarse mucho más al ver el dulce que quienes estaban en el entorno imprevisible.

Así los resultados dejaron de vincularse a la personalidad y fueron relacionados con el contexto. Y muy pronto comenzaron a interpretarse a la luz de la situación de pobreza, que es por definición un contexto imprevisible.
Las niñas que no tenían confianza en la previsibilidad se comían el dulce sin esperar algo que solo se les había prometido y que por experiencia sabían que podían no cumplirse.

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Lázaro- ¿De dónde surge este proyecto?

Ana- Se ha hablado hasta el cansancio de la relación entre ficción y dinero.
Pero en Argentina la ficción del dinero no tiene la consistencia que tiene en otros lugares. En Argentina el dinero vale lo que vale en ese momento. No hay idea del ahorro porque el valor del peso argentino es demasiado volátil.
La lógica indica que más vale gastar hoy a guardar un dinero que mañana posiblemente pierda su valor.

Lázaro- ¿Cómo afecta esta situación al/la argentina de a pie?

Ana- Es el imperio del presente y la muerte del autocontrol. De la misma manera, la desconfianza en el sistema bancario es tan grande que las personas que pueden ahorrar, guardan su dinero en dólares o euros abajo del colchón. La moneda nacional es para resolver el día a día y la extranjera para pensar en el futuro (…) Odiseo se ató al mástil para no ser seducido por el canto de las sirenas. Ese es el ejemplo de alguien que reconoce que las tentaciones están ahí y hace algo en consecuencia. En argentina eso se ha perdido.

Lázaro- ¿Eso tiene efectos psicológicos de que alcance?

Ana- Muchas personas sufren consecuencias de salud graves por la inestabilidad financiera del país. No son pocos los casos de personas que han acabado en distintas instituciones de salud mental por no poder manejar esta presión. Y fue hasta el inicio del gobierno de Cristina Fernandez que se comenzó a visibilizar la situación. Los padecimientos asociados a la inestabilidad económica han crecido 4%, cada año, durante la última década.

La inestabilidad de una ficción (el dinero) tan central en la vida de las personas tiene efectos devastadores sobre la capacidad con la que alguien puede proyectar su futuro (…) y lo que ha acabado sucediendo es que algunas personas son incapaces de confiar en que el futuro tiene algo de previsible. Para que me entiendas, son personas que tienen miedo de meter la mano a la bolsa y que en vez de las llaves de su casa encuentren un ratón o un cuchillo.

Lázaro- ¿En qué consiste tu proyecto y por que ha sido tan polémico?

Ana- Mi proyecto se llama “devolviendo la certeza al peso argentino” y pretende inutilizar la mayor cantidad de billetes posibles. Corto los billetes y los vuelvo otra cosa.

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Desde 2014 Ana comenzó a recortar a los personajes que aparecen en los billetes. Cortó a los hombres y mujeres impresos en papel moneda para volver a los billetes otra cosa de lo que eran. Defendió su acción tanto en círculos académicos, como en redes sociales, como en la prensa y la gente comenzó a tomarla por loca. Pero no se rindió y siguió cortando cuanto billete llegaba a sus manos.

“Cortar el dinero significa introducir otra lógica. Una lógica que tuviera estabilidad: todo billete que llegara a mis manos iba a ser despojado de su figura humana y por lo tanto inutilizado, desactivado. Mi misión es devolver la certeza a un objeto que la ha perdido por completo.
Es un ritual, una manera de devolver una certeza que se ha perdido devolviéndole al dinero su carácter ficcional. Un ritual que pretende devolver previsibilidad al futuro y en última instancia devolver a las personas la posibilidad del autocontrol”.

Después de casi una hora de escucharla hablar, no me quedó claro si su proyecto era brillante o era un disparate. Le pregunté si quería agregar algo más y me dijo que no. Sonrió, se despidió, dejo sobre la mesa varios billetes sin rostro y se alejó caminando sobre Juan Domingo Perón.


Lázaro G Rodríguez