Tú no me prometiste nada

I
 
Conocí a Luna Avante hace unos 10 años cuando daban función de “El mercader de Venecia” en ¿La Gruta?. Era una obra que habían presentado desde hacía algún tiempo y que, según me contaban y después pude comprobar, tuvo una muy buena recepción. De esa función recuerdo pocas cosas y, aunque después vi la obra un par de veces más, lo que más presente tengo es la sensación de confianza que me invadió al salir del teatro.
La obra era una adaptación del texto de Shakespeare a tres actores y en un espacio vacío nos presentaban a todos los personajes. De la misma manera en que Laura Almela y Giménez Cacho hicieron 9 años después su versión de Macbeth. Una convención clásica navegada por los grandes actores que desde entonces son Diana Fidelia, Bernardo Gamboa y Abigail Soqui. Un grupo de actores recién egresados de la ENAT que se ponían bajo los reflectores. Una obra que, supongo, era ante todo una promesa de lo que estaba por venir. Dicen que en el primer libro de un escritor están contenidos los que vendrán. Así, en “El mercader de Venecia”, estaban las potencias de lo que hemos visto después: una investigación concentrada en lo actoral, el grupo como medio de creación y una dramaturgia que nunca es un valor en sí misma, sino un vehículo para un “modelo” de actuación específica.
Desde aquellos paleolíticos momentos me une a ellos una buena amistad y desde entonces soy consciente del rigor con el que afrontan el trabajo. También desde aquellos tiempos he querido entender muchas de la decisiones que han tomado, he querido ver cumplidas las promesas.
 
II
 
El siguiente proyecto de Luna Avante fue “Zootanos” a mi modo de ver el más completo y complejo. En éste se desarrollaba la investigación y se llevaba hacía un lugar desconocido, tanto para los creadores como para los espectadores. La obra partía, al igual que la “Tragedia endogonidia”  de Castellucci, de una preocupación por actualizar el mito, por interpelarlo, por rastrear su vigencia. Una hermosa montaña de tierra negra y las sillas ¿varias? más bonitas que yo recuerde haber visto en un escenario. El “vacío” de su anterior trabajo se iba llenando poco a poco de objetos y materiales llenos de sentido y deslumbrantes por su belleza. Era tangible la preocupación por organizar el componente visual: visitaron el círculo y transitaron de los vestuarios a los vestidos.
A mi parecer este trabajo arrojaba luz sobre un territorio y una manera de hacer teatro que no he vuelto a ver. Un proceso, un adentrarse en aguas revueltas, un teatro de grupo en el que lo más importante es el ensamble y las  subjetividades, lo uno y lo otro. Una manera de actuar ríspida, emocional y comprometida, en contracorriente a muchas tendencias de ese momento: construían una obra oscura, difícil e interesante.
Y fue aquí donde nuestra comunidad teatral, tan dada a poner palomitas y taches, aunada a no se que otros motivos hicieron que Luna Avante dejara “en paz”, después de muy pocas funciones ¿10 o 12?, una obra que tenía mucho para incomodar y sobre todo mucho por descubrir.
Para ese entonces Leonardo Ortízgris comienza a trabajar con el trío. Leonardo, entrañable amigo de la vida noctámbula, estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y había trabajado mucho con la LIMI (que en paz descanse). Entró como asistente de dirección en ¿»Zootanos»? y en ese momento aporta 2 cosas muy notorias al grupo: por un lado una apertura de miras sociales y generacionales y por el otro un relajamiento (no en sentido peyorativo) en la manera de hacer las cosas. Inserta «el exterior» en el universo que estaban construyendo los, en ese entonces, tres muy jóvenes actores.
 
III
 
El primer proyecto que realizan los 4 juntos fue “La boca”, éste nace por iniciativa de Ignacio Escárcega ¿fue así? Aquí el grupo se pone a trabajar con un director, que no sólo no está interesado -hablando de su trabajo artístico- en la investigación actoral, sino que busca hacer de la inocencia y la adolescencia el tema de su obra -suicidio sólo apto para mayores de edad con credencial de elector-.
La obra, a mi parecer, era muy desafortunada. No era estimulante temáticamente, ni actoralmente, ni dramaturgicamente, ni estéticamente, ni pasó por mi mente ninguna idea, ningún guiño que valiera la pena rescatar. Si a una obra no le alcanza con la potencia de nuestros tres histriones y el infinito carisma escénico de Ortízgris, algo está muy mal.
Siempre me he preguntado ¿Por qué se sintieron tentados a realizar este proyecto? ¿Por qué nuestros histriones -que por muchas noches compartidas sé que están más en la sintonía de Rimbaud, Blake o Tablada- se sintieron deslumbrados por Pedro Salinas? ¿Qué aprendieron de ese proceso? ¿Qué crecimiento artístico les reportó? ¿Qué puerta se abrió que hayan transitado después? ¿Les gustaba mucho el teatro de Ignacio Escárcega? ¿No era el director de la ENAT? ¿Los alumnos vuelven al terruño?
 
Mi asunto no es que el montaje halla sido fallido, lo cual es normal en cualquier proceso de investigación que se respete, lo que fue desafortunado -repito y vuelvo a repetir: a mi manera de ver- fue el proceso; las razones para embarcarse en un proyecto así, la claridad artística, la errónea convicción de que el teatro por ser teatro es valioso.
 
Es aquí donde se abre un periodo de definición muy interesante para Luna Avante. Generaron, invitando a algunas otras compañías jóvenes, un proyecto llamado “Teatropeia” que buscaba crear una especie de asociación de compañías independientes. Tiempo después esa iniciativa dio como resultado “Chapultepec”, al final ese proceso no fue abordado como Luna Avante.
Comenzaron a reorganizar sus inquietudes y a negociar una postura frente a su práctica. Entre la radicalidad -entendida como llevar algo a sus últimas consecuencias- de “Zootanos” y la sonrisa fácil, la palmada en la espalda y el no hagan olas de “La boca”.
 
IV
 
Entonces el grupo se lanza de lleno a otra creación «Cero p:m» ¿se escribía así? Una especie de «Kaspar Hauser» actualizado, donde Luna Avante vuelve sobre dos de sus preguntas fundamentales: ¿Es viable una comunidad electiva? ¿Qué quiere decir que las personas se amen?
Esta obra se presentó en el teatro La Capilla y a partir de una forma más o menos convencional, una ficción cerrada, buscaron presentar un proyecto que claramente estaba basado en preocupaciones muy personales y que se construyó, me parece, por medio de trabajar temas concreto. No sé si la improvisación fue el sustrato de las escenas, pero parecía el mecanismo de construcción del espectáculo. Así teníamos una obra sobre el encierro de unos jóvenes, creado a partir del encierro de esos mismos jóvenes en un proceso al cual se le dificultó tender puentes con el exterior. En mi opinión, uno de los puntos débiles del trabajo de Luna Avante, después de «Zootanos», ha sido su incapacidad por vincular sus preocupaciones con algo más que no sean ellos mismos. Y no hablo de autorreferencialidad: si «Los soñadores» de Bertolucci encuentra su profundidad no sólo en las relaciones que establecen los personajes, sino en un momento histórico específico y en una pasión desbordada de los personajes por el cine  -algo que se encuentra afuera de ellos- y así mismo «Kaspar Hauser» la encuentra en la tensión que se crea entre el niño salvaje y lo que está afuera de él, la civilización. Me parece que en «Cero p:m» asistíamos a un doble encierro que eliminaba las tensiones con el exterior pero que apuntaba a una manera de abordar la dramaturgia muy interesante y volvía a bordar sobre un tema que será uno de sus motivos recurrentes.
Este nuevo proyecto, que incluyó una coreografía de Antonio Salinas -quién después aparecerá en este relato-, me parece que no lograba abrir camino de manera contundente. Pero lo que sí hizo, y de ahí que yo lo celebrara tanto en su momento, fue devolver a Luna Avante al camino de la investigación y la búsqueda de lo desconocido; a tantear terrenos, a pisar el pantano.
No sé cómo conciban Los Luna Avante el proceso de la obra una vez estrenada, a mi me parece importante que casi cualquier obra sea presentada en diferentes espacios y contextos, no simplemente por dar más funciones, sino por poder confrontar el trabajo con públicos distintos en condiciones distintas. Por variar las constantes y probar nuevas variables, por tener distintas perspectivas desde las cuales mirar lo que uno ha hecho. «Cero p:m» me parece que sólo se presentó en La Capilla, con lo que se limita la posible maduración de la obra, el entendimiento que un proceso sin “director externo” requiere.
 
V
 
Y fue después de salir de esta obra que me sentí definitivamente interpelado. Fue emborrachándonos en el Novo´s cuando sentí que no había visto cumplidas las promesas que me hice. Que no lograba comprender qué estaba buscando Luna Avante. Y no sólo qué, lo cual siempre es algo indefinible, sino  ¿hacia dónde?. Quería conservar la emoción inenarrable que nos causa a algunos esperar el trabajo de la gente a la que admiramos. Y es ahí donde está el germen de este texto, que no es otra cosa que compartir mi manera de pensar el trabajo de un grupo al que conozco.
Después de ese proyecto han venido una serie de trabajos frente a los que no sé cómo plantarme, no entiendo su pertinencia y sobre todo no me quedan claras las ideas artísticas que los sustentan. Vino «Gitanos»un proyecto dirigido por Cecilia Villarreal actuado por Bernardo Gamboa y Leonardo Ortizgris, con asistencia ¿de dirección? de Abigail Soqui. La obra era sobre una comunidad específica, en la que lo menos importante era dicha comunidad y en la que la historia: dos hermanos ¿amigos? se reencuentran. Era  bastante sencilla y emotiva, en la que la convención era exactamente la misma que la de «El mercader de Venecia», una ficción cerrada en un espacio vacío.
Por momentos pensé que la obra estaba diseñada para unas personas que no eran las que veíamos sobre la escena: tengo el vivo recuerdo de una escena en la que veíamos una especie de confrontación o concurso a partir de un baile, Leonardo y Bernardo se enfrascaban en una competencia de habilidad técnica. A mi parecer los dos actores encuentran sus fortalezas en lugares dispares, mientras Leonardo es un derroche de carisma y sinceridad, Bernardo es un actor muy entrenado físicamente y con una potencia muy grande, por lo que si el concurso es sobre la habilidad al zapatear, la ventaja de uno sobre el otro es abismal; en cambio si la confrontación hubiera sido a partir de bailar, en el amplio sentido que implica bailar, hubiéramos tenido un duelo o algo en lo que las facultades de los dos se pusieran en juego. Sentí que más allá de los aciertos o pifias, había una indefinición de enfoque, un no distinguir entre montar una obra de teatro y realizar un proceso de creación.
No juzgo el proyecto como fallido ni mucho menos, al contrario, creo que fue un trabajo muy disfrutable para muchos, pero sí me pregunto ¿Cómo inserta la compañía ese proyecto en su investigación? ¿De dónde el interés por retomar una convención probada y re probada? ¿Qué estaban esperando de él?
 
Los cuatro integrantes de Luna Avante paralelamente a la labor de la compañía han desarrollado diversos trabajos. No sé si estas actividades han hecho crecer o han obstruido sus procesos, no sé si han desorientado ciertas perspectivas en la manera de afrontar el trabajo, tal vez sí, tal vez no.
Paralelamente desarrollaron una relación con Antonio Salinas, coreógrafo, bailarín y maestro. Comenzaron a vincular ideas y a recorrer juntos distintos caminos. Ya en contubernio decidieron emprender «Esto no es Romeo y Julieta».
 
VI
 
Hace unos meses vi en La Capilla «Esto no es Romeo y Julieta». No se sumaron ni Abigail Soqui ni Leonardo Ortizgris. El proyecto estuvo encabezado por Bernardo Gamboa y actuaron en él Diana Fidelia, Antonio Salinas, Micaela Gramajo y Marianela Villa.
La obra fue algo totalmente nuevo para Luna Avante en términos de convención, dejaron la ficción cerrada y presentaron un mecanismo escénico distinto a lo que habitualmente habían trabajado. La obra, me parece, abreva de dos lugares diferentes: por un lado una tendencia que describe Hans-Thies Lehmann en su multicitado libro, en la cual los actores procuran darnos la ilusión de que no están actuando y buscan difuminar el limite entre lo ensayado y lo improvisado, Lehmann menciona otra característica que me parece la más significativa: los actores parecen estar de acuerdo en “algo” que nosotros como espectadores desconocemos. Por otro lado me parece que existe la intención de buscar un sistema que organice el evento, un dispositivo que le de coherencia, una búsqueda de diseñar unas reglas de relación que tienen más que ver con teatralidades a lo Forced Entretainment, Stefan Kaegi, etc.
 
Sé por conversaciones con los compañeros cuáles fueron las motivaciones y cuáles las preguntas subyacentes. Además, sé de el rigor con el que investigan o por lo menos la pasión con la que lo hacen, sin embargo me parece que hay una brecha entre lo que piensan que hacen y lo que hacen. La obra empieza con una promesa, algo así como: en este círculo, frente a ustedes, nos vamos a enamorar. ¿Es así? La apuesta en escena es grande y es explícita, desde el primer momento a los espectadores se nos asigna el papel de verificadores: venimos a comprobar lo que nos acaban de prometer. Un sistema del que somos parte pero de manera poco clara: por momentos participan algunos espectadores sosteniendo hilos imaginarios, por momentos  somos sólo espectadores tradicionales, en otros momentos se nos convida a participar explícitamente ¿diciendo algo?. En algún momento traté de buscar el guiño entre Esto no es Romeo y Julieta y el proyecto No ser Hamlet  de Ricardo Díaz e Ileana Dieguez, no lo encontré.  Se nos disloca de nuestro rol tradicional como espectadores, pero ni se nos asigna un nuevo rol, ni se nos da el espacio para que nosotros lo encontremos. Estamos sentados con la mirada dirigida hacia el centro, se nos dice dónde va a suceder la acción y de vez en cuando se nos dice qué podemos hacer.
Me estimula la búsqueda de Luna Avante en este respecto, pero no veo hacia qué lugar apunta. El sistema no es claro, pero eso no es lo que me importa -no veo en la claridad un valor en sí mismo-, lo que me parece es que no es contundente, que como sistema no tiene gracia y no le veo un rango de búsqueda: ¿a dónde o a qué apunta?.
La obra, sin duda muy bien actuada, no me permite acceder a las preocupaciones que la gestaron ni encuentro temas nuevos. En rigor la obra sigue  las líneas temáticas planteadas en «Cero:pm»: el encierro, la posibilidad de amar y la comunidad electiva. Una serie de reflexiones sobre el amor bastante escuetas, abordadas desde una renuncia a la poesía, al lenguaje como materia sensible. Pero en este caso el flujo de información hacia los espectadores es mucho menor, así que lo que en aquella obra podía ser una meditación sobre ciertas ideas en ésta era una repetición de motivos actualizados estilísticamente. Se pusieron a la moda.
 
VII
 
No me queda duda de que existe la posibilidad de que ellos estén satisfechos con sus proyectos, y esto les suene a ruido y furia, es muy probable. Para mi esto no es más que una reflexión de alguien que ha acompañado un proceso de investigación y que tiene muchas preguntas y expectativas en trabajos que, a mi parecer, les ha faltado dirección. Me pregunto por qué no han problematizado ideas como la documentación o por qué no buscan estrategias que posibiliten insertar la investigación que realizan en un medio de comprensión o sistematización de la misma -para los espectadores y para el grupo mismo-. Me pregunto por la manera en la que los procesos se engarzan unos con otros o la manera en la que las piezas se independizan y toman distancia de las precedentes. Me pregunto cómo relacionan su práctica con el mundo, con la actualidad y la coyuntura. Me pregunto por la concepción, que observo en Luna Avante, del arte como una esencia y no como una experiencia que dialoga y se afecta por el mundo. Me pregunto por la posibilidad de definir qué hacer, cómo presentarlo y sobre todo cuándo se presenta. Me pregunto qué ha cambiado del mundo en los últimos diez años. Me pregunto por la definición o la indefinición de un proyecto artístico complejo -que no sea la suma de obras de teatro- que permita leer algo más que las obras mismas. Me pregunto por el orden y la coherencia. Me pregunto por el sentido del acontecimiento y por los puentes que se pueden tender. Me pregunto por el diálogo que establecen las obras con las obras que se crean en éste momento alrededor del mundo. Dijo Octavio Paz: Somos contemporáneos de todos los hombres.
 
VIII
 
Si en México los críticos nos parecen entidades del siglo pasado con los que no compartimos referentes ni perspectivas y la taquilla no es, no ha sido y nunca será un parámetro que refleje el valor de un trabajo, pienso que es importante que busquemos maneras y espacios para profundizar en lo que hacemos, para ordenar pensamientos, para platicar más allá de las cervezas. Esta es una tentativa.
 
 
Gabino Rodriguez.

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