Luego de largas reflexiones, he llegado a la conclusión de que el título no tiene por qué guardar ninguna relación a priori con la obra que designa, tal como las personas no guardamos una relación a priori con los nombres que nos son dados. Y sin embargo, luego del nombramiento fundacional, la relación que se construye entre ambos es fuerte e indisoluble, y se carga de múltiples sentidos que no era posible prever.