BANFF


Llegué a Canadá el 10 de marzo del 2014. Por azares del destino llegó a mi poder un expediente.

El 6 de octubre del 2007, a eso de las 20 horas, Hamilton Wright salió de su casa, llevándose, sin permiso, el coche de su hermano: Josh. Tomó la carretera rumbo a Banff y se alejó de Calgary, la ciudad que lo había visto nacer 23 años antes.

Cada año se suicidan en Banff, según los pobladores, unas 13 personas. El gobierno no da cifras claras. Hay páginas que dan cuenta de la información no oficial: www.unsolvedcanada.ca. El turismo es uno de los más importantes ingresos de la zona y no quieren que se conozca, por lo que es: una zona de muerte.

Hamilton se estacionó en el kilómetro 57, afuera de una gasolinera Chevron. Ahí pasó la noche. Esto fue corroborado por una de las cámaras de seguridad, en la cual se pudo observar la placa: WAN-163. Dentro del coche, días después, se encontraron restos de una hamburguesa, y un ticket por 17 dólares de un combo de “Carls´ Jr”. Esa fue su última cena.

En casa de los Wright, los papás estaban más molestos que preocupados. Pensaban en como hablar con Hamilton, sentados en la mesa del comedor, mientras bebían Jack Daniels. Josh llegó y le contaron todo. Nadie reparó en la nota que estaba en el escritorio del hijo menor.

Hamilton pagó la entrada al parque nacional de Banff a las 8:55 de la mañana del 7 de octubre. Ese mismo día, pero casi 12 horas después, el oficial O´connor llamó por el radio a la central y avisó que un coche con placas WAN-163 estaba estacionado a un lado de la carretera, muy cerca de el monte Norquay.

El señor Wright contestó el teléfono a las 23 horas, era la policía. Le informaron que habían encontrado el coche que esa tarde había reportado. Tardaron 12 horas más en encontrar la nota. Las primeras nevadas fuertes de ese año, cayeron el 8 de octubre. El cadáver no lo encontraron hasta mayo del año entrante, una vez que la nieve se derritió.

Fui a entrevistar a la señora Wright. Quería hablar con ella. Me habían dicho que a partir de la película Into the wild, ella había dejado de contar la historia de su hijo, porque cada vez que lo hacía, le decían cosas del estilo: como el de la película.

No quiso hablar conmigo: el cine le había arrebatado la memoria de su hijo.

Gabino Rodríguez.

 

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