VOINA / GUERRA

Vladimir Voina, nació en la penúltima década del siglo XIX en Zalolotu, Rusia. Desde temprana edad se destacó por su inteligencia y a partir de 1916 comenzó a trabajar al servicio del Zar.

La revolución inició el 25 de octubre de 1917. Muchos de los colaboradores del antiguo régimen fueron perseguidos y asesinados. Entre ellos Vladimir Voina.

El hijo de Vlaldimir Voina, homónimo de su padre, tenía 15 años en 1918, fue reclutado para pelear con el ejercito zarista. Los hijos de funcionarios eran considerados soldados potenciales, por su supuesta fidelidad con el régimen. Pero Vladimir Voina no quería pelear.

Huyó con su madre en un tren rumbo a Polonia, él iba escondido en un baúl. Antes de llegar a Polonia el baúl se perdió y Vladimir Voina apareció en Bruselas, sin su madre y con muy pocas posibilidades de encontrarla. Al paso del tiempo se estableció en Alemania e Inició sus estudios en la universidad libre de Berlín donde obtuvo su grado en filosofía.

El régimen comunista no daba tregua a sus enemigos, y sus brazos armados llegaban hasta países muy lejanos. Vladimir Voina cambia su nombre a Wladimiro Woino y decide huir a Colombia.

En Colombia Wladimiro Voino, empieza a trabajar sobre la pedagogía y colabora en la creación del modelo educativo que aun hoy, rige aquel país. Una escuela en Barranquilla lleva su nombre. Se vuelve a casar y nace su hijo: Wladimiro Voino.

Tiempo después Wladimiro Voino padre, decide regresar a Polonia. Y en un parque de Cracovia encuentra, sentada en una banca, a su madre. Reencuentro espectacular, después de 30 años.

Wladimiro Voino padre murió y Wladimiro Voino hijo estudió psicología y antropología, comenzó a trabajar como consultor de empresas muy grandes. Eso implicaba cambiar de país constantemente. El tuvo dos hijos, el primero fue llamado: Wladimiro Voino. Vivieron en Costa Rica, Brasil, EUA, Canadá, en Chile y en muchos otros lugares.

Wladimiro Voino nieto trabaja en un teatro. Lo conocimos porque es el jefe de foro del Theatre Junction. Un técnico espectacular. Un día, durante el montaje, salimos del teatro rumbo a un restaurante, Wladimiro se detuvo antes de cruzar una calle. No venían coches, pero la luz peatonal marcaba rojo. Un indio (posiblemente un Black Foot) se acercó a él y dijo:

you are going to wait until the little white man allows you to cross?


Sopló un viento helado.




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