TURISTA EN CUBA
1
Siempre me gustaron las historias
y este país se construyó sobre una.
Una épica enorme, casi perfecta.
David y Goliat.
Un cuento que se podía repetir
una y otra vez y seguía fascinando
a quienes lo escuchaban.
Un cuento que causaba furor
para bien y para mal.
Una historia con sus héroes y sus villanos:
La revolución.
Pero en algún momento ese relato
se volvió realidad y después
cotideaneidad.
Se convirtió en vida.
Y como todo en la vida comenzó a tener
sus problemas operativos, sus temas del día a día.
Sus rutinas, sus errores y sus injusticias.
Pero muchos, amaban aquel cuento
y no quisieron oír ni ver.
Decidieron ignorar la realidad.
Quisieron detener el tiempo,
preservar el furor de algo que se escurre
hacer como que las cosas no cambian.
Entonces la épica comenzó a hacer agua
a sostenerse con alfileres,
con las uñas y los dientes.
Con la policía y la delación.
Porque las personas no quieren
ser parte de un proyecto
que soñaron otros que ya murieron y
otros a los que les llegó el cuento
y ahora fingen que lo soñaron,
que lo sueñan.
Pero, esos insomnes, no engañan a nadie .
Nadie les cree.
Y cuando se deja de creer en el cuento llega
La tristeza.
El miedo.
El rencor.
La impotencia.
El odio.
2
En el mundo Cuba es objeto de disputa;
sus defensores (muchas veces irresponsables)
sus atacantes (muchas veces ignorantes).
Yo solo voy a hablar de lo que vi.
La Habana a primera vista es
una ciudad vieja, austera y soleada
pobre y sucia.
Pero en compensación tiene el mar y
el malecón y esos culos enormes
El problema de La Habana es el aburrimiento,
ese esperar algo que no va a llegar.
Dejar pasar el tiempo, la vida.
Son muchos años esperando una promesa
que nunca llega y sí se aleja.
Un pueblo con un futuro tan incierto
que no puede emocionarse de verdad
y por eso fingen,
actúan el papel de cubanos.
Bailan por acto reflejo.
Discuten “apasionados” cosas sin importancia
cansancios disfrazados de ardores
gato por liebre.
Lo que hay en La Habana es un sopor.
Una espera difusa. Godot al cuadrado.
«Un oasis de horror en un desierto de aburrimiento».
El horror de convertirnos en lo que dijimos odiar.
Porque de tanto hablar de nuestros enemigos
nos terminamos convirtiendo en ellos.
O ni siquiera eso.
Nos volvemos una imitación
deslavada por la brisa del mar.
3
Y tampoco se puede ocultar
que hay cosas que están bien:
hicieron sus vacunas, usan muchas palabras,
las calles sin la basura publicitaria.
Yo qué sé.
Y aquella aspiración por la igualdad
que en nuestras sociedades ya no existe,
una idea que ya ni se nos ocurre y
que sí se extraña.
Y sí, el bloqueo económico es criminal,
además de absurdo e inútil
porque afecta al pueblo que pretende proteger y
da pretexto al régimen que pretende combatir.
4
Sin embargo (lol)
la vida en cuba parece ser para las cubanas
una serie de humillaciones.
Todo un sistema organizado
sobre la necesidad de ejercer el pequeño poder.
Un poder cualquiera, por más mínimo que sea.
El macroejercicio del micropoder.
Una tristeza hecha país
Pisar al prójimo aunque sea un segundo,
la ilusión de que me puedo imponer.
A algo o alguien.
Pequeñas revanchas que no alcanzan para nada.
Y por eso las filas para todo:
para el transporte, para comprar comida, para entrar,
para salir, para cambiar, para comer, para amar.
La espera provocada y esas
humillaciones que van minando la confianza
Y por contraste, los intento desesperados
por conseguir dignidad
donde es sistemáticamente negada.
5
Vivir sin futuro o con uno cancelado.
Sin la Esperanza (por ilusoria que sea)
de que el futuro podría ser mejor que el presente.
Y entonces, sólo queda encomendarse
confiar la vida a un milagro abstracto
o irse.
Y oigo las historias de las deportistas que se escapan del país
y los músicos y las periodistas, y las artistas y
aquella gente que se lanzó al mar.
O nos hundimos juntos. O nos salvamos solos.
Porque la vida sucede más allá del mar.
Aquí quedan los estantes vacíos, los gatos flacos,
un helado de vez en cuando.
El deseo vive fuera de la isla. Allá.
La diferencia es tener o no tener familia afuera
que mande dinero por supuesto,
para poder costear una vida que se paga en una moneda
distinta a la que la gente recibe por su trabajo.
una vida in pagable.
Y el Hotel Nacional como prueba de que aquí somos
Por lo menos de dos tipos:
extranjeros y cubanos.
Los de primera y los de duodécima
clase.
Ahora quienes se fueron sostienen
a los que se quedaron.
Y ya veremos qué pasa.
6
Las buenas historias
Se cobran caras
pero nadie debería de estar obligado
a pagar su precio
indefinidamente.
(Mi solidaridad con las personas presas en el 11 J y el 15 N)