PENSAR LA PANDEMIA DESDE EL TEATRO

 



 

El teatro es el lugar idóneo desde dónde pensar la pandemia y ésta ha producido condiciones inéditas para pensar el teatro.

Durante algunos meses todos los teatros del mundo cerraron sus puertas y las personas que nos dedicamos a la escena fuimos aceptando que las características de contagio del virus convirtieron nuestro espacio de trabajo en un lugar de riesgo. Atestiguamos o participamos de las distintas reacciones de un gremio que se vio temporalmente imposibilitado.

Creo que desperdiciaríamos una oportunidad enorme si obviamos mirarnos en el espejo de esta crisis.

 

Al principio

 

Cuando comienza Edipo Rey de Sófocles ya un mal misterioso se propaga entre los habitantes de Tebas: la peste. El pueblo acude a Edipo para que sea de nuevo el salvador de la ciudad. Edipo escucha a su pueblo implorar ayuda y él, amante de sus súbditos, doliente como ellos y por ellos, está decidido a hacer lo que sea necesario para acabar con la peste ignorando que es él mismo el causante de la desgracia.

 

Vulnerables

 

La vulnerabilidad frente al virus nos obliga a mirarnos como parte de la naturaleza, nos recuerda que somos animales. Nos subraya que somos parte de una especie que comparte características. Nos empuja a pensarnos como un conjunto.

Esa misma sensación sucede, algunas veces, en el teatro. Muchas personas reunidas nos reconocemos parte de un agregado de individuos. Y en la oscuridad de la sala a veces sentimos que tenemos algo de iguales con los demás, aunque sea por unos breves instantes, antes de que afloren todas las desigualdades.

 

¿Cuántas personas muertas son muchas?

 

Llevamos muchos años en este país poniendo a los muertos debajo del tapete. Los escondemos porque aceptar que podemos seguir nuestra vida en este oasis de horror nos daría una imagen nuestra que no podemos aceptar.

Más de 35 000 asesinatos en 2019. 17 982 en el primer semestre de 2020. 

Al día de hoy, 12 de septiembre, se cuentan 70183 muertes por Covid.

 

La muerte y el teatro

 

A veces se nos olvida lo más simple: cada muerte es una vida que se extingue y se convierte en una ausencia irremplazable en la vida de alguien más.

Si en algo ha insistido el teatro durante siglos es que cada muerte cuenta.

Es raro que en el teatro suceda lo que en las películas de guerra o aliens, en donde vemos cientos de «extras» muriendo como fondo mientras el protagonista escapa. El cine y nuestra realidad le han quitado valor a las vidas, vidas que son números, vidas que son extras, muertos que no son personas sino paisaje.

El teatro, por sus características, ha sido un espacio de oposición a esa noción. Ningún otro medio ha dado tanto espacio a la narrativa de cada muerte, cuando alguien muere en escena, por lo general, conocemos su historia y esa muerte se individualiza. El teatro nos recuerda lo más simple: una vida es una vida.

 

Aire

 

Alan Page, amigo al que no conozco en persona, me habló de un video en el que una mujer en EUA está a punto de entrar a un supermercado, cuando un guardia de seguridad le indica que no puede pasar sin tapabocas. Después de un intercambio de palabras ella se coloca la mascarilla mientras continúa discutiendo, para segundos después arrancársela mientras le grita al guardia: I can´t breath.

«I can´t breath» fue la última frase que George Floyd profirió con un hilo de voz mientras el policía que lo asesinó le presionaba la garganta con la rodilla. Pero también es lo que les ha pasado a cientos de miles de personas a las que el Covid 19 se les complica.

 

Espíritu de la época

 

¿Qué pasa en esta época que en situaciones absolutamente distintas, en polos opuestos del espectro político y por razones tan dispares, hay la sensación real o imaginaria de que falta aire? Son tiempos en los que falta el aire.

 

El teatro y el aire

 

El teatro ha sido muchas cosas diferentes. Pero entre esas muchas, ha sido un lugar en donde vamos a experimentar algo que no es la realidad. Formamos parte de un acuerdo que nos permite salir de la realidad en la vigilia. Pienso que el teatro ha sido un lugar donde tomamos aire de la realidad.

 

 

Cada vez que alguien dice: eso no es teatro. Se apaga una estrella

 

 

Lo que fue y será

 

Que algo haya sido así no implica que así deba seguir siendo. Las características constitutivas de una disciplina artística no son consustanciales a la misma sino producto de su devenir histórico. El teatro no es algo específico, el teatro ha sido algo y será algo distinto en el futuro. Durante muchos siglos el teatro se consideró esencialmente ligado a la «literatura dramática» y hoy nos parece absurdo reducir el teatro a una especie de puesta en acción de un texto.

 

La música

 

Hace no tantos años nadie pensaba que la música podría ser grabada y «guardada» en un objeto. A nadie se le ocurrió por muchos siglos la posibilidad de que la música existiera sin la presencia de los músicos. Cuando ocurrió, puedo imaginar que hubo gente que hablaba sobre que no era lo mismo estar con alguien que produce la música en vivo que sentarte con el fonógrafo al lado. 

Cualquier cambio de paradigma tecnológico nos invita a repensar lo que considerábamos los límites de algo.

 

Zoom

 

Es relativamente nueva la posibilidad de compartir tiempo sin compartir espacio. Si ya con el teléfono empezamos a compartir el mismo tiempo sin estar en el mismo lugar, fue con la televisión que pudimos ver y oír «en vivo» a una persona. Aunque con la televisión la comunicación se da unidireccionalmente: alguien emite y muchas personas reciben.

No fue hasta las video llamadas que pudimos ver y oír a alguien en tiempo real y que esa persona también nos oyera y nos mirara.

Sé que las video reuniones existen desde hace varios años pero no fue hasta ahora que experimenté el milagro de esas sesiones de zoom donde 150 personas que están en 5 continentes pueden escuchar, hablar, ver y ser vistas.

 

¿Que es lo propio del teatro?

 

Lo propio del teatro es la reunión y lo que está en juego en esta crisis sanitaria es eso: la posibilidad de que los seres humanos nos reunamos. Toda la historia del teatro se había dado en reuniones presenciales, en parte porque no existían otras. Es la primera vez que podemos realizar otro tipo de reuniones y por ende imaginar otro tipo de teatro.

 

Eso no es teatro

 

Me maravilla la pulsión de las personas que ante el embate de lo nuevo lo primero que atinan a decir es: eso no es teatro. Como si alguien supiera qué es el teatro.

Cuando lo que están queriendo decir es: eso no ha sido el teatro hasta hoy. Ante circunstancias inéditas lo primero que hacen es aferrarse a lo conocido negándose a pensar el presente.

 

No son nuevos

 

Hay una larga tradición de quienes han dicho: eso no es. «Eso no es pintura» descalificaron a los impresionistas,  «eso no es danza» porque no bailan, «eso no es arte» porque no cumple con mi idea del siglo XIX, «eso no es poesía»,  «eso no es teatro» porque trata sobre la realidad y un largo etcétera.

Una pulsión reaccionaria que encuentra adeptos en lo más conservador de las sociedades. No es casualidad que en el medio del teatro esté tan extendida la pasión de negar el carácter artístico al arte contemporáneo y de repetir ad nauseam lo que dice Lesper.

 

Lo inimaginable

 

En la Edad Media un cuadro sin un tema determinado era inconcebible.

 

El teatro como legado

 

Mal citando a Siobhan Guerrero podríamos pensar el teatro como un legado y no como una entidad. El teatro no es un ente definido con ciertas características, sino una descripción temporal de una disciplina en constante cambio.

«Un legado exitoso, como toda herencia, requiere un justo balance entre preservar lo recibido y adaptarlo a las nuevas circunstancias. Un legado para la posteridad demanda, por tanto, memoria y adaptabilidad.»

 

En el corto plazo

 

El teatro presencial no se va a extinguir, parece haber algo necesario para la humanidad en ese antiguo modelo de ritual que ya ha superado muchas epidemias, crisis y guerras.

Pero sí se puede comenzar a ampliar, puede comenzar a aventurarse hacia lo desconocido.

 

No tiren gas lacrimógeno, ya estamos llorando

 

 

La reacción primera

 

Se entiende que las instituciones, teatros y compañías comenzarán a transmitir  grabaciones de obras creadas para ser vistas en vivo. Éstas son un elemento fantástico de divulgación, y para quienes nos dedicamos a la escena ha sido muy importante tener acceso a estos registros de las creaciones que se han hecho en otros tiempos y otras latitudes. Pero no podemos pretender dar gato por liebre, el registro de una pieza no es más que eso, porque el medio en el que se expresa no está siendo trabajado, tensionado o interrogado por la obra misma.

 

El arte y sus medios. Forma y tradición

 

El trabajo de las artistas, me parece, es enfrascarse en una batalla con los medios de su arte y con la tradición dentro de la que cada creación se inscribe: lenguaje, imagen, movimiento, color, sonidos, ritmos, esas cosas.

Las obras de arte que me interesan son intraducibles a otros medios, porque su existencia se fundamenta en el diálogo que establece con sus medios de expresión y con las obras que la precedieron. El arte que me importa trabaja principalmente sobre medios, sobre formas y convenciones. Obras que son, en buena medida, sobre el arte.

 

Agua tibia

 

Hoy pienso que en el teatro trabajamos sobre la reunión y si ésta se va dar de manera virtual, ese es el medio que hay que interrogar: ¿Qué es lo particular de ese medio? ¿Cuál es su historia? ¿Qué se ha hecho ahí? Siempre acordarnos que el mundo no se inventó en cinco minutos y que nunca somos las primeras en llegar.

 

Poco a poco

 

Por suerte ya hemos visto propuestas realizadas ex profeso para la virtualidad, obras que no son un video, ni son el registro de un evento que se creó para la escena, sino que son reuniones, que son… teatro.

 

 

Deberíamos estar más enojados de lo que estamos

 

 

La pantalla de la computadora

 

Muchas de las personas que nos dedicamos al teatro, durante estos meses confinados, intentamos leer el mundo a través de esta engañosa ventana que es internet.

 

Internet

 

Una de las diferencias fundamentales entre el mundo real y el mundo a través de las pantallas, es que en internet nos enfrentamos cada vez menos a lo que no nos gusta, basta un clic para que eso desaparezca. Las personas, por lo general, desconfiamos de quienes piensan distinto y concedemos autoridad a quienes refuerzan nuestras convicciones y así vamos tirando ayudados por el algoritmo, que configura cada vez más, un mundo a la medida de nuestros deseos. Se adelgaza nuestra experiencia de mundo y la vida se vuelve: mis políticos, mis ideas, mis amigas, mis periódicos y mis likes.

 

La normalidad era el problema

 

Son muchas las frases más o menos huecas que logran instalarse en las redes sociales de quienes quieren mostrarse como entes críticos. Una de las más exitosas de esta temporada fue la muy cursi: No queremos volver a la normalidad porque la normalidad era el problema.

La frase pretende convertir la parte en el todo y al dejar de nombrar lo que quiere criticar cae en una generalización, a mi parecer, absurda.

Estamos de acuerdo en que la desigualdad económica está normalizada y es inaceptable, así como la violencia contra las mujeres y la corrupción de la clase política… y muchas otras cosas. El problema es que la normalidad también incluía ceremonias colectivas para enterrar a los muertos, incluía que las madres no parieran solas, que las niñas fueran a las escuelas, la normalidad era también abrazarnos, la normalidad incluía una situación económica mucho mejor (por mala que fuera) para millones de familias que han perdido sus empleos… incluía para casi un millón de familias en el mundo no haber perdido a una persona amada.

 

El cambio

 

Tendemos a olvidar que el cambio no es en sí mismo positivo. El cambio no tiene un signo político claro. Chile cambió con Pinochet así como cambió con la llegada de Allende. El cambio puede ser hacia la izquierda o hacia la derecha, emancipatorio o coercitivo, positivo o negativo. Hacer del cambio por sí mismo un fetiche es un error de enfoque que parece olvidar que siempre se puede estar peor.

 

 

La primera clase vomita donde le da la gana, la segunda, sobre la tercera y la tercera sobre sí misma

 

 

La crisis del 20

 

La pausa y la crisis nos confrontan una vez más con las preguntas de siempre: ¿Qué es lo que hago y para qué hago lo que hago? ¿Cómo nos relacionamos con otros cuerpos? ¿Cuál es nuestro lugar en la sociedad? ¿Cómo se lee mi actividad bajo las circunstancias actuales?

 

Búsqueda de sentido

 

Una constelación de prácticas que abrevan de la ampliación de la noción de arte que se dio con las vanguardias históricas, que «continuó» Duchamp , Beuys, y que ha sido robustamente continuada en el marco del arte contemporáneo, han influenciado el teatro en los últimos (muchos) años. Las prácticas artísticas que Lehmann metió bajo el paraguas de lo posdramático así como las que Bojana Kunst agrupó dentro del «giro del cuidado» han ensanchado los límites de lo posible. Esta expansión de los límites de lo tradicionalmente considerado teatral nos ha enfrentado a prácticas muy diversas entre sí, algunas profundamente contestatarias otras dóciles y conservadoras.

 

Me preocupa

 

Me ocupa pensar en muchas prácticas artísticas que al intentar encontrar un sentido social han construido lo que Calire Bishop describió en su libro Infiernos artificiales.

 

El trigo y la paja

 

Lo que yo considero el potencial emancipatorio de la experiencia artística, entra en contradicción directa con muchas prácticas adoctrinantes en las que el arte se vuelve una herramienta de enseñanza del buen camino moral, en las que las brigadas artísticas se asemejan a las misiones evangélicas que llevan un mensaje positivo a donde nadie pidió ese mensaje, en las que hay un catecismo de la justicia social, obras que  funcionan de la misma forma que los libros de autoayuda. El arte como salvación.

 

Cursis melodías

 

Hubo, durante la pandemia,  quien dijo que «la vacuna es el arte».

 

Arte y activismo

 

He abordado en otros textos la desconfianza que me producen las prácticas artísticas que se justifican al enarbolar una causa social, simplemente porque creo que el arte no es un espacio eficaz para luchar por una causa concreta.

El activismo, en mi experiencia, busca conseguir un objetivo del que estamos convencidos con anterioridad: el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, la necesidad de acabar con la discriminación sistémica en la sociedad o lo imprescindible de cambiar una estrategia de seguridad que ha sido y sigue siendo un desastre. El activismo encuentra en la acción directa y en la enunciación puntual y clara de una causa su grado mayor de efectividad.

A mi parecer, la práctica artística no debe pretender emular al activismo. No creo en la efectividad política concreta y aplicable de las prácticas artísticas y en mi experiencia el arte no encuentra su camino mas fértil enarbolando convicciones previamente consolidadas; sino por el contrario, las obras de arte que mas estimulantes me parecen, problematizan lo que parece simple, permanecen en la duda, incorporan el sin sentido, lo inédito, lo ininteligible y lo desconocido.

 

Esas…

 

Obras de teatro que pudieron haber sido un tweet.

 

 

Me senté a la orilla del río, a ver pasar los cadáveres de mis enemigos

 

 

Pensar con prisa

 

Muchas estrellas del pensamiento se volcaron a analizar un fenómeno que no había sucedido, pretendían conceptualizar un cambio que no era aún experiencia, que no había sucedido. Ahí quedarán todos esos escritos más o menos fallidos como recordatorio de que no se puede conceptualizar lo que no se ha vivido: uno dijo que el capitalismo se acercaba a su fin. Otro, que las maestras que dan clases por zoom son «colaboracionistas». En fin, la hipotenusa.

 

Friendly reminder

 

El teatro que es ante todo una experiencia nos ha enseñado a quienes lo hacemos que aquello que se vive no es una resultante de lo que se planea, que la experiencia es impredecible.

Que el proceso de vivir algo, sentirlo y después articularlo sigue siendo importante.

 

Una pizca de Sócrates.

 

Dice Caparrós: «Solo sé que no sé nada», debería ser el grito unánime de millones y millones.

Tal vez habría que variar el lugar de enunciación. Lo cuestionable no es escribir dentro del revolcón de la ola, pero sí pretender que no se está, querer tener razón obviando la realidad.

 

¿El fin del capitalismo?

 

No soy optimista. No pienso que vayamos a salir de esta crisis con una sociedad mejor. ¿Porqué habría de ser así? ¿Que signos nos harían confiar en esa posibilidad?

Jeff Bezos se acaba de convertir en la primera persona en tener 200 000 millones de dólares. En México basta ver la manera en la que han aumentado las denuncias de mujeres violentadas, el número de asesinatos, la tasa de desempleo para darnos cuenta en que tipo de cambio estamos.

 

Artaud

 

«Hay en el teatro, como en la peste, algo a la vez victorioso y vengativo».

 

 

El futuro es un animal grotesco

 

 

Miedo

 

Hay mucho miedo en el aire. Un miedo absolutamente legítimo a que enfermen nuestras madres o abuelos, miedo a perder el trabajo o el negocio o el precario equilibrio que dimos en llamar estabilidad.

 

Un futuro incierto

 

La contracción de las economías y la amenaza de recesión.

 

Los teatros abiertos

 

No sabemos qué va a pasar con los teatros, ni con los los festivales, ni con las programaciones internacionales. ¿Cómo va a ser el futuro para quienes vivimos de viajar con nuestro trabajo? Se oyen muchas voces que hablan de apoyar a artistas locales y de una cierta vuelta a cierta idea de lo nacional: el presupuesto de Francia para los franceses, etc.  

 

Gente de teatro

 

Y aquí nos acordamos que somos un gremio sin ninguna certeza económica para enfrentar la emergencia, que las instituciones están en quiebra (basta revisar las acciones de la Coordinación Nacional de Teatro durante la emergencia) y que las políticas culturales en nuestro país dependen de las ocurrencias de un señor que «ni nos ve ni nos oye».

 

Vacuna y último acto

 

La esperanza que depositamos en la vacuna se ha vuelto nuestra manera de seguir hacia adelante pensando/deseando que la vida vuelva a ser lo que era antes.

Si es Rusia, Oxford, Slim, Bayer, Trump o la UAM lo mismo nos da, lo que queremos muchas personas es despertar y saber que este sueño febril está por terminar. Esperamos una resolución definitiva aunque sea inconsistente con el planteamiento dramatúrgico, ansiamos un deux ex machina que ponga fin a la obra.

 

Al final

 

Edipo descubre al final de la obra que él es el culpable de la peste que aqueja Tebas. Yocasta se ha suicidado, él se ha sacado los ojos y ya ciego le ha pedido a Creonte que lo exilie. Ciego se condena a vagar a tientas por un mundo hostil.

 

A ciegas

 

Un poco así estamos, como Edipo, vagando a tientas en una tierra desconocida.

Pero sin una Antígona que nos guíe.

 

 

Lázaro Gabino Rodríguez 

(Nada es mío, todo es robado)

 

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