Aquí nos tocó vivir, pero nos toca decidir cómo

 

Placer. Berlín. Cultura de la cancelación. Presos políticos. You Tube. Libertad. Periodismo y crimen. Un texto medio desorganizado sobre lo que me ha preocupado a últimas fechas en relación al arte y a la política, al mundo en el que vivimos y sus desvelos.
Este texto que pretende hablar del arte en general y sobre el teatro en particular, se compone por 4 partes: autoritarismo, libertad, sentido y placer.                        
Intenta ir a algún lado aunque se compone de extravíos y cuando propone un camino lo hace sin mucha convicción. Tiene ideas sueltas que se intentan conectar de manera más o menos lógica, aunque casi siempre se perciben los retazos. Aun así espero que estas divagaciones te hagan algo de sentido, despierten alguna conversación o por lo menos te saquen alguna sonrisa maliciosa.

AUTORITARISMO

Siento que estamos atravesando un momento obscuro. Un viraje hacia el autoritarismo, no solo como forma de gobierno sino como forma de gestionar la convivencia, de relacionarnos entre personas, comunidades e instituciones. Un clima que desde diferentes lados del espectro ideológico busca la creación de autoridades fuertes, figuras de poder que tengan la facultad de definir lo que sí y lo que no se puede hacer.

Ingenuo siempre he sido

Hubo un momento en que mi sentir era que los autoritarismos iban en picada, las primaveras árabes y una ola de gobiernos más o menos de izquierda en América Latina con varias mujeres al frente abonaban a ese sentir. China y Rusia me parecían bastiones de modelos que estaban por desaparecer. Tenía esperanza (por más ingenuo que suene) de que caminábamos hacia una sociedad más justa o acaso menos injusta. Un mundo más tolerante, en el que la libertad de las personas para pensar, hablar y actuar se iría ensanchando y el piso para ejercer esas libertades se iría emparejando.
El péndulo ha cambiado de lado y hoy nos enfrentamos a un mundo menos amable, en el que dictaduras de izquierda conviven con teocracias y gobiernos de ultraderecha. Sociedades polarizadas de maneras aparentemente irreconciliables. Hay un genocidio en curso y guerras varias de las que nos enteramos poco o nada. Las instituciones que regulaban la convivencia entre los países han quedado absolutamente rebasadas y los acuerdos para que las atrocidades  del pasado no se repitieran son letra muerta. La crisis del medio ambiente se gestiona como botín político y no son pocos los países en donde las muertes violentas se han normalizado. Hoy siento que el mundo va a peor. Siento algo raro en el aire, una crispación, un algo amargo, una amenaza.

Una noticia

En Rusia hay muchas personas presas por razones políticas. A partir de la invasión a Ucrania el Kremlin ha endurecido las políticas contra quienes considera disidentes, una represión sin precedentes desde la época soviética, que criminaliza cualquier crítica.
En medio de esta ofensiva la directora de teatro Zhenya Berkovich, y la dramaturga Svetlana Petriychuk, llevan más de un año en la cárcel acusadas de incitación/justificación del terrorismo. Delito que en Rusia se paga hasta con siete años de cárcel. Esto a partir de poner en escena la obra “Finist, the Brave Falcon”. La directora y la dramaturga se han declarado inocentes en repetidas ocasiones y argumentan que su pieza es una crítica al terrorismo, que los hechos que se narran (mujeres rusas que van a Siria a unirse al Estado Islámico) no se glorifican sino que por el contrario se critican.
La obra fue apoyada por el Ministerio Ruso de Cultura y ganó la “Máscara de oro” uno de los premios más prestigiosos del teatro de aquel país, pero aun así el gobierno consideró que debían ser castigadas. Han recibido un importante apoyo de la comunidad artística tanto en la diáspora como la que sigue en el país, pero no se ha logrado mover el caso y las artistas siguen presas. Más de un año ha pasado ya desde el peritaje que sirvió de base para la apertura del caso penal, en el que se argumenta que la obra teatral puede tener influencia “psicológica o ideológica sobre los espectadores e incitarlos a cometer acciones destinadas a desestabilizar la labor de los órganos de poder en Rusia”.


México lindo y querido

Distancia y proporción guardada, en México me parece que es innegable la deriva autoritaria. La popularidad del ex presidente López Obrador lo hizo concentrar mucho poder en un liderazgo personalista. Muchas de las medidas que tomó contribuyen a ejercer el poder sin intermediarios o con los menos posibles, ejemplos sobran: la militarización de la seguridad y la inclusión de militares en las más variopintas tareas, la inexplicable insistencia en la prisión preventiva oficiosa, la reforma al poder judicial, la desaparición de los órganos autónomos, la instrumentalización de la CNDH y el sometimiento del INE y ahora el INFONAVIT, la tentativa por eliminar la representación proporcional. Todas estas acciones contribuyen a centralizar el poder y aumentan las atribuciones de quienes lo detentan. Esto en medio de una crisis de seguridad terrible, en la que más allá de filias y fobias partidistas, nadie puede negar que en la actualidad tenemos más de 100,000 desaparecidos y por lo menos 30,000 asesinatos al año y que esos números solo se pueden dar en un país en el que el crimen organizado en colusión con las autoridades imponen una para-legalidad en amplios territorios. Es decir, que a la pulsión autoritaria del gobierno se suma el despotismo intrínseco de las estructuras criminales que administran la vida pública en no pocas zonas del país. Así la población queda a expensas de poderes cada vez más fuertes con contrapesos cada vez más débiles.


El regreso de los bárbaros

Donald Trump regresó a la presidencia por voluntad de los ciudadanos norteamericanos. Sus primeros nombramientos fueron lo que se esperaba: un antivacunas como encargado de Salud, un presentador de Fox como jefe del pentágono y Ellon Musk en el departamento de eficiencia gubernamental o algo así. Lo que más me interesó fue que leí la noticia de los nombramientos en Twitter, es decir que el dueño de la plataforma ahora es empleado del gobierno. Y ya sabíamos que las redes sociales no son espacios públicos sino privados, que no son neutrales, etcétera. Pero esto es un nuevo paso: una de las redes sociales más grandes del mundo estará al servicio de los intereses de un gobierno de ultraderecha. Es un nuevo paso porque Twitter no ha dejado de ser un canal de comunicación entre gobiernos y ciudadanos de muchas latitudes, porque Estados Unidos sigue siendo un imperio y ejerciendo enorme influencia sobre lo que pasa en tantos lugares del planeta.
¿Qué podría salir mal?

Nuevas autoridades desde las izquierdas

Las redes sociales han propiciado distintos modelos de relación entre particulares y entre estos y las instituciones. Amplias capas de la sociedad encontraron en internet canales para hacerse escuchar y han conseguido articular exigencias a través de las redes sociales. Cada vez es más común que personas con “poco poder” se unan para construir una suerte de colectivo que denuncia lo que consideran una injusticia. El mecanismo ha demostrado ser efectivo y una estrategia importante para hacer escuchar voces que antes eran ignoradas. Mediante estos “escarches virtuales” se han conseguido objetivos y se ha logrado llamar a cuentas a quien antes no tenía que rendirlas. Sean hombres, personas famosas, políticos o instituciones.
Pero lo que que comenzó como una medida de presión frente a la sordera de los poderosos o incapacidad de la ley de canalizar ciertas demandas, se ha convertido en un mecanismo de gestión de conflictos entre particulares y ha derivado en lo que se ha resumido como la “cultura de la cancelación”.

¿Qué le pasa al arte?

Es un fenómeno complejo sobre el cual tengo muy poco o nada que decir, pero sí quiero pensar en lo que le sucede al arte en este clima. Empiezo por decir que es falso que antes de la “cultura de la cancelación” el mundo del arte era un paraíso que ahora hemos perdido, que antes había libertad para decir lo que uno quería y espacio para discrepar y discutir. Todo eso es falso. Siempre ha existido un orden muy claro dentro de las instituciones, siempre ha habido (como escribió María Minera) intentos por regular lo que se puede pensar, decir, hacer, escribir y lo que no, solo que ahora son otrxs los que están imponiendo límites.
Lo que es innegable es que existe un nuevo (o un otro) clima de autocensura. Nadie quiere ser exhibido en redes, nadie quiere perder su empleo, todos tenemos miedo a cometer algún error, a no ver algo, a calcular mal y este sentimiento se ha convertido en un componente importante de la toma de desiciones. Soy consciente de la importancia de lo que está sucediendo y lo apoyo en buena medida, pero al mismo tiempo soy de la opinión que dentro de la producción artística, si alguien no corre el riesgo de equivocarse pierde toda posibilidad de acertar.
¿Tenemos derecho a equivocarnos? ¿Por qué no ejerceríamos presión contra lo que consideramos inaceptable? ¿Cómo conciliamos la capacidad de las obras por incomodar mientras escuchamos los reclamos de distintas esferas de la sociedad?  ¿Cómo aprendemos a calibrar esas demandas? ¿Las obras de arte no tienen derecho de ofender a nadie? ¿Todos los reclamos son igualmente válidos? ¿Nos equivocamos en su momento al no escuchar a quienes quisieron cancelar El crimen del Padre Amaro? ¿El Zapata gay de Cháirez debió de ser retirado? ¿Los perritos del Tamayo? ¿Ana Gallardo? ¿Cucara Mácara? ¿Cuándo sí y cuando no?

LIBERTAD

No soy historiador ni especialista, pero a ojo de buen cubero me da la impresión que la libertad ha cambiado de bando. Durante mucho tiempo se le consideró (por sectores progresistas) un horizonte a conquistar, la libertad entrañaba la posibilidad de enfrentar el mandato del tradicionalismo, esa idea de que las cosas tenían que ser de cierto modo porque así habían sido siempre. La libertad concentró la aspiración de que cada vida pudiera ser moldeada por la persona que la vive. Ya no es así. Ahora es una palabra sospechosa. Supongo que el cambio sucedió cuando el liberalismo fue asumido por corrientes cada vez menos empáticas y más ligadas a un individualismo a ultranza, luego vino el neoliberalismo que le dio a la palabra un cariz casi siniestro y ahora con los libertarios encabezados por Milei la palabra parece condenada.

¿De qué hablamos cuando hablamos?

Una primera acepción define la libertad como la posibilidad de actuar, como ausencia de impedimento. La libertad existe en el marco de la legalidad y se institucionaliza en una serie de derechos: libertad de pensamiento, de expresión, de reunión, de asociación, de tránsito, de religión, etc. Pero ninguna libertad es absoluta, sino que está siempre limitada por la necesidad de no afectar las libertades de los demás.
La segunda acepción de la libertad no tiene que ver con los impedimentos, sino con las posibilidades reales de ejercerla. Para que una libertad tenga sentido tienen que existir las condiciones para que sea puesta en práctica.
La primera se relaciona con la falta de prohibición y la segunda con las condiciones sociales necesarias para que una persona pueda practicarla. La primera tiene que ver con que nos “dejen en paz” y la segunda con que “de verdad podamos”.
Las libertades están consagradas en derechos, los derechos son posibilidad de hacer o exigir. Y como hemos escuchado desde niños, a cada derecho corresponde necesariamente un deber de otro, aunque no sea más que el de respetar el derecho del primero. Locke decía que donde no hay ley no hay libertad, Cicerón lo escribió más lindo “somos siervos de la ley para poder ser libres”. Leer en las leyes una infracción de la libertad, es olvidar que las libertades en cuestión no son libertades interiores sino de relación, libertades entre individuos y grupos y, por lo tanto, orientadas a coexistencias en libertad. Es decir, que la libertad de uno encuentra su límite en el respeto a la libertad de los demás.

Para muestra un botón

La libertad y el arte tienen una conversación de larga data. Son conocidos los casos de los artistas presos actualmente en regímenes abiertamente autoritarios, Luis Manuel Otero en Cuba es uno de los más famosos, pero lo mismo los hay en Rusia, Venezuela, Nicaragua, Irán, India, Turquía, Argelia, Bielorrusia, etcétera. Pero lo cierto es que en países considerados democráticos, las limitaciones a exhibir obras de arte y las condenas a artistas comienzan a ser más frecuentes: la censura en Alemania a cualquier obra o artista que cuestione el actuar del gobierno de Israel, el caso del rapero Pablo Hasel quien está encarcelado en España por varios delitos derivados de una canción sobre la familia real de aquel país. Estados Unidos, que tiene en distintos estados listas de libros prohibidos y canciones que no se pueden transmitir en la radio o los cantantes de corridos que han sido asesinados por grupos del crimen organizado.

Hoy el mundo es más complejo y las tentativas por dejar que se escuche o se silencie algo, no sólo vienen de la pulsión autoritaria de los gobiernos sino que ahora se suma la sociedad civil que quiere poner otros límites. Sectores históricamente subalternizados, han impugnado distintas maneras de representar y puesto en tela de juicio el derecho a hablar en nombre de otrxs. No son pocas las piezas que se han retirado de exposiciones por presión de la sociedad civil, entre ellas las de Dana Shutz  y Ana Gallardo

Libertad de expresión

De un tiempo a la fecha pareciera que la libertad de expresión es una prerrogativa de señores que quieren seguir haciendo chistes homofóbicos y no la conquista social de poder proferir sin temor a las consecuencias los pensamientos propios. La libertad de expresión tiene mala prensa y hoy en día se le emparienta con los excesos y no con los derechos.
La libertad de expresión ha sido, y sigue siendo, uno de los acuerdos fundamentales de la convivencia democrática. Como toda libertad, por definición, no es irrestricta, tiene que ser limitada porque existen otros cuyos derechos no pueden ser agredidos en nombre del ejercicio de mi derecho. Pero este descrédito a la libertad de expresión me parece que pasa por alto el pasado reciente: la URSS, el macartismo, las dictaduras militares en Latinoamérica, el PRI, y un largo etcétera.

¿Qué puede significar la libertad de expresión hoy? ¿Cuándo una ficción viola los derechos de una persona o una comunidad? ¿Pueden ser las ficciones juzgadas penalmente por lo que los personajes hacen dentro de ellas? ¿Lo que aplica en el comportamiento civil puede aplicar en el territorio de la ficción? ¿Cómo calibramos nuestra balanza?

El nuevo Berlín

Berlín era una fiesta, fue durante muchos años algo así como la capital del arte para buena parte del mundo, un lugar común que como todos los lugares comunes tenía algo de cierto. Una ciudad “abierta” al mundo a la que migraron muchas artistas en busca de un clima de libertad emparejado a un entramado institucional que permitía la producción de arte.
Ese lugar ya no existe.
Berlín en particular y Alemania en general, se han convertido en un territorio donde la libertad de expresión es letra muerta. En donde se pasó de manera irracional de justas medidas contra negacionistas del holocausto a otras en donde no se puede criticar ningún tipo de acción del gobierno israelí sin ser acusado de antisemitismo. Un panorama en donde los funcionarios públicos aceptan por escrito no apoyar de ninguna manera el movimiento BDS (Boycott, Divestment and Sanctions) que pretende obligar a Israel a cumplir los tratados internacionales. Es claro que en Alemania aprendieron poco y mal sobre su pasado Nazi y eso se refleja en la manera que confunden fondo con forma y la parte con el todo. Hoy en Berlín no hay posibilidad de realizar una obra que cuestione, que pregunte o que simplemente exija paz. Un bastión del arte se perdió.

¿A dónde vamos a parar?

Pienso que más que en otros momentos, la censura y la autocensura irán moldeando la práctica artística. Hace poco se nos pidió que retiráramos fragmentos de un video que formaba parte de una pieza que hicimos ex profeso para una exposición. Fue una petición institucional a la luz de una serie de escándalos que el museo había sufrido con asociaciones de la sociedad civil. La solicitud se dio de manera muy amable, muy suave. En todo momento se nos preguntó cómo nos sentíamos. Aceptamos. No queríamos perder nuestro trabajo ni embarcarnos en una pelea a todas luces asimétrica entre una compañía de teatro independiente y un museo nacional.¿Cuándo debemos oponer resistencia, cuando no habría que transigir? ¿fuimos cómplices de este cambio de estatus en la libertad relacionada con el arte? ¿por qué no tuvimos el valor de aferrarnos a nuestra decisión? El cuento que nos contamos a nosotrxs mismxs fue que la pieza era mucho más que los fragmentos de los dictadores que nos pidieron retirar y que nuestro deseo era que las palabras de las mujeres con las que trabajamos para construir la pieza llegaran al público… en fin. ¿Cada pequeño acto de cobardía nos acerca al barranco?

¡Viva la libertad, carajo!

Es importante repensar la libertad. No podemos dejar que un Milei cualquiera nos arrebate la palabra ni sus connotaciones históricamente emancipadoras. O sí podemos, pero no deberíamos. O que cada quien haga lo que quiera, pues para eso somos libres, pero me pregunto ¿no hay nada que queramos salvar de aquello de ser libres? ¿de eso de la autodeterminación del proyecto individual sobre las expectativas de lxs demás? Aunque sea para honrar tanta literatura tan hermosa o tanta sangre que se ha derramado para que algunxs de nosotrxs podamos, todavía, decir lo que queramos.

 

SENTIDO

El 3 de abril de 2018 Nasim Aghdam, fue a la sede de YouTube en San Francisco con una pistola semi automática de 9mm. Entró a las instalaciones y a las 13:00 horas abrió fuego contra quienes ahí se encontraban. Tenía 39 años.
Nasim era “creadora de contenido”, tenía un canal de YouTube en donde publicaba videos sobre veganismo y  derechos de los animales. En sus redes sociales explicó que la compañía censuraba sus videos impidiéndole llegar a audiencias más amplias. Y fue ese sentimiento de injusticia el que fue creciendo, hasta que en uno de sus últimos posts declaró: no existe libertad de expresión en el mundo real y serás suprimido por contar la verdad que no es apoyada por el sistema.
Esa tarde hirió a tres personas y  después se quitó la vida de un disparo en la cabeza.

Arte político

Muchxs de quienes nos dedicamos al arte (y sobre todo al que trabaja sobre lo real) nos hemos preguntado sobre la manera en la que lo que hacemos opera en el mundo ¿qué queremos que pase con eso que hacemos?
Se ha pensado el objetivo del arte político en términos de su incidencia en la realidad. También se ha elaborado sobre el arte político como un agente de visibilización de historias relegadas,  o como un espacio para ensayar posibilidades no ejercidas por la realidad, como un lugar para pensar la vida, como un espacio para sanar y cuidarnos, como celebración de la diversidad o como una herramienta para la construcción de paz.
Las prácticas artísticas son todo lo anterior, son tan variadas que su sentido no está dado de antemano y nos toca re significarlas una y otra vez. 

Periodismo

En México el periodismo indudablemente es una amenaza para el poder, Artículo 19 reportó 162 periodistas asesinados entre el año 2000 y el 2023. Y aunque en el país existen obras artísticas que hablan sobre eventos políticos con nombres y apellidos, son muy pocos los casos de artistas que hayan sido amenazados por el contenido de su obra. ¿Por qué si hablamos sobre lo mismo que los periodistas es raro que se considere al arte una amenaza? Una respuesta es que el periodismo llega a más personas. Pero eso no es necesariamente así, muchas de las periodistas asesinadas reporteaban en medios locales, canales de Facebook o similares, es decir que no necesariamente llegaban a audiencias masivas. No es una cuestión de escala es una cuestión de enfoque.
En la actualidad, que yo sepa, en ningún lugar se mata a los artistas como a los periodistas. Y en todo caso, qué bueno que no sea así. Creo que podemos coincidir en que la relevancia del arte no se mide en su capacidad de amenazar a los poderosos, tiene otro potencial… lo difícil es definir cuál es.

Flaubert

Durante la escritura de Madame Bovary, Gustave Flaubert mantuvo una magnífica correspondencia con la poeta Louise Colet. En esas cartas podemos conocer de manera muy clara la forma en la que el novelista concibe la creación artística, “una lucha por alcanzar la belleza y esta solo se puede entrever a partir del estilo, es el estilo lo que sostiene un libro, mientras el tema es completamente secundario”.  

Cuando la novela se va a publicar hay varias tentativas por censurarla y Flaubert defiende el carácter amoral o extra moral de la obra artística. Eran mediados del siglo XIX.

“La moral del arte consiste en su belleza misma, y yo estimo por encima de todo el estilo en primer lugar y después lo verdadero”.

El mundo es otro hoy y estamos en décadas en las que para bien y para mal hay una lectura predominantemente moral de las obras de arte. A las obras se les crítica por el tema que escogen, por lo inclusivas o exclusivas que son, por la manera en la que representan y por la posición que toman respecto al asunto que desarrollan. Se ha vuelto casi de mala educación hablar de forma y de estilo.


Predicando al coro

Las obras de teatro, los textos, los videos y las películas que realizo llegan a un segmento de la población que tiene el privilegio de tener tiempo de ocio y de dedicar este tiempo a experiencias de cierto tipo, esa gente piensa más o menos de cierta manera y más o menos podemos intuir que comparte ciertos valores. Creo (aunque tal vez me equivoque) que la gran mayoría de personas que ven mi trabajo consideran que las mujeres tiene derecho a decidir sobre sus cuerpos. Lo que quiero decir, es que hay cierto mundo del arte (en el cual me incluyo) que funciona como una comunidad y eso hace que le hablemos a los convencidos, le hablo a la gente que piensa como yo y me aplauden y la práctica artística se vuelve un puro acto de reafirmación.

Para pensar…

Cien años después de la publicación de Madame Bovary, en su “Discurso de Suecia” Camus dijo, “las dudas de los artistas que nos precedieron concernían a su propio talento. Las de los artistas de hoy conciernen a la necesidad de su arte, es decir, a su existencia misma”.

Y aquí estamos, intentando hacernos las preguntas correctas ¿Cómo ser artistas en un mundo como el de hoy? ¿Qué puede el arte en un mundo que se nos escurre entre los dedos? ¿Qué aportamos desde el arte a sociedades con semejante crispación? ¿Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo?

 

PLACER

Para muchxs la actividad sexual es principalmente una fuente de placer. También es muchas otras cosas: moneda de cambio, ejercicio del poder, industria, fuente de angustias, mecanismo de coerción, palanca de movilidad social, etcétera. Pero la actividad sexual  produce placer y es por eso que no le exigimos una justificación. Se explica en sí misma. La pregunta ¿para qué quieres tener sexo? Puede tener muchas respuestas pero las sensaciones que nos produce son razón suficiente para desearlo. Algo así me imagino que podría suceder con el arte.

Juego

El placer también está emparentado con el juego, que es por definición una actividad voluntaria que no es necesaria desde un punto de vista físico, es idealmente, puro disfrute. Pero al mismo tiempo mantiene una importante relación con el significado y la seriedad. Dice Johan Huizinga en su “Homo Ludens”: el juego nos da acceso a lo que no es serio, pero al mismo tiempo tiene la capacidad de llevarnos al ámbito de lo bello y lo sagrado. Algo así pasa con la actividad sexual, puede ser un solo placer y al mismo tiempo la puerta a experiencias trascendentales. Algo así pasa con el arte.

(Qué vergüenza que después de 20 años de pensar en la práctica artística venga yo a plantear la archisobada analogía del arte y el juego. jajajaj. Pero bueno… a veces uno llega a donde puede y no a donde quiere).

Arte y placer

No se si mañana pero hoy pienso que el arte podría encontrar su sentido y su función en su capacidad para procurar placer, uno distinto al que encontramos en otras actividades: un placer físico e intelectual, un recreo que nos ayude a profundizar nuestra experiencia en el mundo. Un remanso. Una posibilidad de reservar un tiempo para imaginar, pensar y sentir. Son esos momentos de placer, íntimos e intransferibles, los que nos permiten constituirnos en personas libres, lejos de la doxa, de los mandatos de la opinión mayoritaria. El arte nos posibilita dotar de emoción y significado nuestra vida, ver a otras personas vivir y reconocernos en esa experiencia.

Es un placer sofisticado y en estos tiempos en que se valora tanto lo ramplón y lo desechable , es el arte un lugar privilegiado para gozar de otras maneras.

(Dejo para un próximo texto mi defensa de la sofisticación como horizonte a conseguir y mi  desaprobación del correlato populista como criterio artístico: ese “anti elitismo” burdo que es la falacia sobre la que se cimienta el discurso de los peores gobiernos y proyectos de la actualidad).

Placer complejo

Pero no todo lo que sentimos o queremos es bueno por el solo hecho de que lo deseamos.
El placer no es y nunca será bueno o naive. Por el contrario es peligroso y en un mundo post capitalista y secularizado que nos dificulta pensar en asuntos trascendentes, un mundo que nos ha dejado desprovistas de la capacidad de pensar en cosas ajenas a nosotras mismas, es el arte esa puerta de acceso a lo que está afuera de nosotras. Escuchar, mirar, mezclarnos con los demás.
La experiencia artística no nos da un beneficio que se pueda calcular, ni maximizar. Es un momento de constatación de la existencia. Y ese placer tal vez no cambie el mundo, pero si cambia a los que lo hacen y a los que asisten a experimentarlo.

La verguenza debe cambiar de bando

La noticia es conocida por todo el mundo. Una mujer en Francia, Gisèle Pelicot, llevaba viviendo cinco décadas con su esposo y durante 9 años este señor la droga con somníferos e invita a otros hombres a que la violen. A través de un chat llamado “Sin su consentimiento” recluta a más de 70 hombres que acuden a casa de la pareja, saludan al marido entran al cuarto en el que la mujer está inconsciente y la violan.
Se ha dicho pero vale la pena repetirlo: ¿por qué a ninguno de estos hombres les pareció mal lo que hacía? ¿por qué ninguno de los que recibieron la invitación denunció a la policía?
Uno quisiera creer que uno  no es igual. Que yo y mis amigos y mis familiares seríamos distintos, pero parece que es solo una esperanza, una creencia a la que nos aferramos. Y entonces el placer deja de ser algo inocente y se vuelve algo monstruoso, porque suponemos que esos hombres hicieron lo que hicieron por placer.

Lázaro G. Rodríguez

(Nada es mio todo es robado)

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