ESO FUE SIEMPRE EL AMOR PARA MÍ: CUALQUIER FORMA EXTRAÑA DE MOSTRAR EL DESACUERDO

En una nota del 27 de septiembre del 2004, el diario El País califica que las elecciones primarias de Venezuela, serán un teatro montado por el presidente Hugo Chavez, una vez que renunció Teodoro Petkoff a ser candidato opositor.
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Lo teatral ha sido asociado con la mentira, con el engaño, con la falsedad. Es común durante las transmisiones del futbol mexicano escuchar que se diga que un jugador que finge una falta está haciendo teatro, es decir que está intentando que las cosas parezcan lo que no son. En el léxico común actuar se asocia más a mentir que a crear.
Ante este panorama y a este lastre significante, el teatro se volcó a minimizar la convención y a buscar el referente de la realidad. Desde hace algunos ayeres (José Sánchez rastrea y mapea estas prácticas en su libro Prácticas de lo real) estas manifestaciones han ocupado lugares cada vez más visibles dentro de las artes escénicas y dentro de dichas prácticas de lo real, el teatro biográfico ha ocupado un lugar fundamental.
Mariano Pensotti, comentaba hace unos meses la sorpresa que le causaba que un procedimiento que fue tan renovador en el año 2002 hoy se hubiera convertido en algo habitual. Hablaba sobre la “revolución” que supuso para muchos el poner a gente a hablar de sus vidas en el escenario, asunto que fue enmarcado por Vivi Tellas bajo el nombre de Biodrama. La sorpresa de mi maestro, provenía de lo rápido en que nos acostumbramos a las cosas, a lo veloz que fue el paso entre concebir algo como profundamente revelador y peligroso, a pensarlo casi como un lugar común.
Si bien el procedimiento ha dejado de ser sorpresivo, el hecho de que tantas personas alrededor del mundo sigan trabajando en esa dirección, me lleva a preguntarme ¿Qué interesa y qué no hablando de teatro documental y biográfico hoy en el 2014?
Creo que su potencia inicial sigue siendo las misma: crear la ilusión de que lo que sucede en el escenario (el drama, la historia, los personajes) continúan una vez que el público abandona la sala. Hacernos sentir que lo que en este momento es suceso artístico tiene consecuencias en la realidad, en otras palabras: que el arte puede incidir directamente, y de manera concreta, en la realidad que lo contiene.
Pienso en lo anterior como potencia porque pareciera que la vida “real” va en dirección contraria. Al margen del hambre de “realidad” que evidenciaron la proliferación de reality shows y ficciones al estilo Blair witch project. Cada vez parece más difícil encontrar aquello que antiguamente llamábamos autenticidad: situaciones en las que alguien nos diga algo de lo que está convencido. No soy yo quien para evaluar si estamos en una crisis moral, pero creo que hay graves problemas en dos territorios muy importantes para la construcción de subjetividad: la religión y la política.
En el terreno de lo religioso, la proliferación de iglesias y creencias sectarias, han evidenciado la necesidad que tenemos de creer y la incapacidad de las viejas instituciones de aglutinar a los creyentes. La manera de predicar de muchas de estas nuevas “religiones”, no hacen más que evidenciar la mentira sobre la que están cimentadas. La disolución del purgatorio y los escándalos de facciones (o como se llamen) tan poderosas dentro de la iglesia católica, como los Legionarios de Cristo, han sembrado la evidencia de que algo está podrido y a la vista de todos. Se abre una brecha, la gente quiere creer en cosas que se le desmoronan entre las manos. No queda clara la relación que establecemos los seres humanos con las instituciones encargadas de mediar la vida espiritual.
Por otro lado la política no va mucho mejor. Hoy en día, que en el ámbito político es difícil encontrar propuestas que no se reivindiquen como democráticas, nos encontramos frente a la impotencia de no tener nada mejor y sin embargo observar como no funciona como quisiéramos lo que creemos que debería funcionar. Creo que en México y en España los políticos se han convertido en sinónimo de ladrones y mentirosos. Son personas muy desprestigiadas asociadas con el robo, la corrupción y la mentira. Por alguna razón (queridos lectores ustedes sabrán mejor que yo cual es) cuando escuchamos a un político prometer cosas o esbozar un plan, inmediatamente pensamos que nos está queriendo timar, creemos que no creen en lo que dicen y nosotros no creemos en lo que escuchamos. Se ha vuelto un ejercicio de simulación.
Aquí es donde, creo yo que el teatro sobre lo real y sobre todo el autobiográfico ha encontrado un territorio fértil. En el teatro autobiográfico al coincidir el sujeto de la narración y el narrador en una misma persona y en un mismo espacio, asistimos a un ejercicio de responsabilidad y supuesta sinceridad, en el que la persona se expone y nos cuenta su verdad. Parcial pero responsable. Pequeña e inmensa al mismo tiempo. El teatro autobiográfico se ha vuelto el refugio de las buenas intenciones.
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Pero ese procedimiento que hace sólo 12 años era desequilibrante, poco a poco ha dejado de serlo.
¿Cómo puede hoy generar pensamiento una idea así? ¿Cuándo se vuelve repetición y cuando no? Por supuesto que es cierto que no todos pensamos lo mismo al mismo tiempo ni de la misma manera, por lo que algo que en Buenos Aires puede tener cierta repercusión, en Galicia puede ser todo lo contrario y viceversa. El teatro no puede escapar al contexto en el que se produce y representa. Sin embargo pienso que s epuede trazar un mapa con suficientes puntos en común para que nos sirva para orientarnos.
Hablar de la propia vida debe transitar de ser un statment, un objetivo del espectáculo y un punto de partida que lo validaba todo. A ser un punto de partida más. Me preocupa una cierta superioridad moral del teatro autobiográfico, una manera de justificar los medios por los fines. Como dice mi otro maestro: Los medios te definen más y mejor que los fines que predicas.
Uno de los mayores retos será el no convertir a este teatro en un lugar de moralidad, donde se privilegie la verdad y la sinceridad, porque desde mi punto de vista la función del arte hoy es producir pensamiento, no sinceridad, ni sentimientos profundos, ni buenos deseos (los cuales vendrían, o no, por añadidura). Tal vez el único futuro del teatro documental, sea asumirse como relato ficticio, una ficción con una textura específica. Traicionarse a si mismo, confrontar al espectador con los presupuestos. Convertir al teatro en un arma que luche contra la representación que tenemos de nuestras vidas.
El ejemplo que siempre pongo: antes de dar nuestro primer beso, ya sabíamos como teníamos que actuar, pero sobre todo ya sabíamos que teníamos que sentir. Haber visto la representación de la experiencia en muchas ocasiones, había hecho que tuviéramos esa experiencia aun sin haberla vivido. Nuestra experiencia es en buena medida las representaciones que habíamos consumido de esa experiencia.
En ese sentido, el teatro (y especialmente el biográfico, documental, sobre lo real) puede cambiar el mundo, al subvertir las representaciones establecidas. ¿En qué momento llegamos al consenso de que una experiencia tan íntima como el sexo, debe ser esa especie de coreografía que aprendimos viendo pornografía? ¿Por qué esa y no otras? ¿Por qué tendríamos que aceptar ese sistema? ¿Estos sistemas?
El teatro autobiográfico tiene mucho valor prospectivo y casi nada de interés retrospectivo. No sirve para recapitular el pasado, sino para vivir el futuro. Testimonia quiénes somos, cómo nos vemos, cómo nos queremos identificar con nuestro tiempo.
“Formamos parte de la realidad y trabajar sobre lo real es hacernos conscientes de ello. Pero somos una realidad productiva. Somos la realidad, pero esa parte de la realidad supone que debemos producir otra realidades.
Nuestra responsabilidad es provocar nuevas reflexiones, porque no representamos la realidad: la producimos.
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El domingo 9 de abril del 2014, el diario El País publica una noticia sobre el inicio de las campañas para elegir presidente de la Unión Europea. Y dice, “pero tan importante como la respuesta económica es la lucha por un genuino espacio público europeo, que solo puede crearse a través de la dramaturgia de unas elecciones.
Gabino Rodríguez
Este texto es resultado del visionado, en video de la pieza “O estado salvaxe. Espanha 1939” de Pablo Fidalgo Lareo y de la lectura del libro “El tiempo de las tragedias absurdas” donde colabora con Pilar Pérez Abilleira y de donde tomo el título. Después de participar en el ciclo “Material Memoria” organizado en el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, Pablo me provocó a escribir algunas reflexiones, helas aquí. Como siempre: nada es mío, todo es robado.
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