¿Qué no haríamos por dinero?

 

Aunque no lo parezca, este texto no trata sobre las personas que menciona.
No busca exhibir o juzgar, aunque inevitablemente acabe haciéndolo.
Señala a unos para que nos reflejemos otros. Este texto es para mí y para mis amistades.
Para que pensemos en los límites. Para que dejemos de hablar en abstracto sobre lo que deberíamos hacer y miremos de frente lo que sí hacemos. Para dejar de hacer como que no vemos. Aunque no lo parezca este es un texto sobre el amor a lo que hacemos.

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Muchas de quienes nos dedicamos a disciplinas artísticas, nos hemos visto frente a la disyuntiva de si aceptar o no un trabajo por consideraciones éticas ¿Es correcto hacer esto? ¿De dónde viene el dinero? ¿Quién se beneficia? ¿A qué o a quién legitima esto que hago? ¿Si no lo hago yo lo hará alguien más? ¿Por encima de quién paso al aceptar? ¿Qué tanto es tantito?
Las respuestas no son evidentes ni están dadas, cada una de nosotros tenemos balanzas distintas, ideas, prejuicios y convicciones diferentes. No es fácil responder, pero ahí es donde se juega el perfil de la carrera y la vida de cada artista.

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Antes de empezar no quiero que se piense que hablo como el ave de Diaz Mirón que cruzaba el pantano sin manchar su plumaje. Yo he realizado trabajos muy cuestionables: cobré por dar talleres en una ONG financiada en México por FEMSA, he actuado y cobrado en varias películas problemáticas, entre ellas “El infierno”. Y seguramente he hecho muchas otras cosas, sobre las que ni siquiera he tenido las herramientas para cuestionarme.

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Vamos a cambiar de tema pero volveremos a lo anterior.

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Es imposible pensar el siglo XX en México sin el movimiento estudiantil de 1968. Modeló nuestra manera de entender la pluralidad, la protesta social y evidenció el antagonismo entre las aspiraciones de amplias capas de la sociedad y un gobierno incapaz de escuchar y de negociar demandas legítimas. El 2 de octubre en Tlatelolco, fuerzas federales dispararon contra estudiantes desarmados. Hubo personas asesinadas, heridas y detenidas. Una de las teorías más repetidas es que el gobierno tenía prisa por acabar con el movimiento porque los Juegos Olímpicos estaban por empezar, México era la sede y la imagen del país estaba en juego.

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Las olimpiadas, los mundiales, los miss universo etc. son en gran medida eso: plataformas para exportar una imagen de país, maneras de los regímenes para mostrarse ante la comunidad internacional. No son eventos populares espontáneos sino por el contrario, negociaciones entre Estados que quieren exhibirse y posicionarse.

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Me enteré por sus redes sociales que Martín López Brie y Antonio Salinas, realizaron la ceremonia de inauguración de los Juegos Centroamericanos. Dos artistas establecidos que trabajan mayoritariamente en el ámbito nacional, son contratados para realizar la fiesta de inauguración de un evento deportivo en El Salvador.

 

 

 

 

 

 




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Desde principios del año pasado El Salvador se encuentra en «régimen de excepción». Esto a partir de un cambio en la estrategia de combate a las pandillas del presidente Nayib Bukele. La traducción en términos prácticos ha sido la suspensión de la libertad de asociación, la posibilidad de las autoridades de revisar la correspondencia y las telecomunicaciones de los ciudadanos sin orden judicial y la ampliación del plazo de detención administrativa a 15 días. Han dado la vuelta al mundo las imágenes de las cárceles, las noticias de las miles de detenciones arbitrarias, los juicios colectivos y un largo etcétera. No ha habido una sola organización de derechos humanos internacional que no se haya pronunciado al respecto (1).

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A pesar de la enorme popularidad del presidente y del innegable cambió que consiguió en materia de seguridad,  no hay un solo medio que no haya publicado repetidamente sobre los abusos que suceden a diario: Animal Político, El País, Página 12, New York Times, The Guardian, Gato Pardo, Al Jazeera y desde luego El Faro que se ha cansado de denunciar los atropellos y el hostigamiento en su contra.

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Es cierto que es posible aceptar un trabajo para subvertir la expectativa. El tan conocido, desviar el avión desde adentro. Pero por lo que se puede ver en internet y por lo que comunicaron los artistas, no había intención de darle la vuelta a la misión de construir el aparato de espectacularización de un evento de gobierno.

 

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El discurso inaugural del presidente no deja duda de aquello fue un acto de proselitismo:

www.youtube.com/watch?v=-fbgCggFU3A&ab_channel=SecretaríadePrensaElSalvador

Artículo 19 lo resumió así:

 

 


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Dos artistas deciden ir a organizarle la fiesta al gobierno de un país en el que los derechos humanos están suspendidos. Cuando lo leí me quedé sorprendido, cuando caí en cuenta de que yo me había enterado porque ellos lo presumían en redes me quedé anonadado.

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No se porque aceptaron, desconozco su situación y no creo justo juzgarles a la ligera, supongo que tendrán sus razones. Para hacerlo y para presumirlo. Y claro que siempre hay la posibilidad de que pensemos distinto y ellos respalden lo que otros consideramos impresentable: el gobierno de Bukele, por ejemplo.

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Enterarme de este caso me incomodó mucho, me molestó, me entristeció, me preocupó. Me puso a pensar en mí, me orilló a tener  una discusión conmigo mismo, que creo, nos interpela a todas. Así que cierro el tema de los Juegos Centroamericanos y procedo a intentar pensar de manera más general.

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¿Cómo nos orientamos los artistas cuando dudamos entre aceptar y no aceptar un trabajo ? ¿En base a qué criterio definimos lo que es correcto y lo que es inaceptable? ¿Con quién se hablan estas cosas? ¿Cómo ser conscientes de nuestros privilegios sin ser condescendientes con los demás? ¿Cómo negociamos nuestras expectativas con la realidad? ¿Cómo decidimos en qué ocasiones  hacemos lo que se puede y no lo que se quiere?

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Las condiciones económicas de las artistas en México son complejas. No hace falta repetirlo aquí, pero la inmensa mayoría de quienes nos dedicamos al arte, no contamos con seguro médico, fondo para el retiro, ni mucho menos con la certeza de que habrá trabajo el semestre que viene. Y ante este panorama y esta incertidumbre muchas veces nos cuesta trabajo rechazar trabajos remunerados por motivos ideológicos.

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Pero hay una frontera entre hacer algo por necesidad económica y otra cosa muy distinta es ignorar (o hacer como que ignoramos) las implicaciones que tiene lo que hacemos. Una cosa es trabajar en algo y otra muy distinta es presumirlo.
A veces no podemos o queremos rechazar un proyecto que consideramos cuestionable, pero que decidamos hacer algo no lo vuelve más respetable.


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Al trabajar en otros contextos, sobre todo internacionalmente son muchas las cuestiones que entran en juego. ¿Qué llevamos y a dónde lo llevamos? ¿En qué contexto se va a presentar nuestro trabajo? ¿Quién nos paga? ¿Es una comisión o es una presentación de un proyecto realizado con anterioridad? ¿Quién va a ver ese trabajo? ¿Con quién me voy a relacionar? ¿A quién le quito y a quién le doy? ¿A qué voy?

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No pretendo hacer pasar lo complejo como sencillo. Muchos eventos en los que participamos están financiados por empresas que condenamos. Muchas veces tenemos que negociar nuestras convicciones para poder hacer lo que queremos. Muchas veces no tenemos tiempo de investigar a profundidad el contexto con el que nos vamos a enfrentar.

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Hubo un tiempo en el que hacer telenovelas era mal visto. Al menos por parte de la comunidad teatral. Había cierto consenso sobre que trabajar para cierto tipo de empresas o realizar cierto tipo de representaciones era transigir frente a algo. No creo que hayan sido tiempos mejores, pero sí creo que había cierta brújula colectiva que se alineaba con un esbozo de proyecto cultural.

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Hoy existe una tendencia por difuminar las fronteras entre lo artístico y lo comercial. Cada vez más proyectos animados por el rédito económico ocupan espacios otrora reservados a iniciativas artísticas. Al mismo tiempo los gobiernos intentan transformar iniciativas culturales en productos de propaganda. Es importante estar vigilantes.

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Es importante que estemos vigilantes, en plural, porque tal vez éste no sea un problema individual, tal vez no sea tan importante fijarnos en las acciones de quienes aceptamos hacer tal o cual cosa, sino en pensar cómo un ecosistema artístico puede favorecer un diálogo que nos sirva de brújula. Tal vez sea una responsabilidad colectiva la que nos permita dibujar ciertos límites y mapas en los que, después,  cada quien decida donde moverse.

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Las redes sociales son uno de esos espacios en los que todos somos de alguna manera responsables. Por un lado hay una auto exigencia generalizada, en quienes hacemos arte, de estar siempre activas “haciendo cosas” y la necesidad de compartir eso. Y por otro lado somos nos mismos quienes reaccionamos ante lo que hacen nuestros colegas. Es nuestro deber crear otros canales de validación y reconocimiento entre pares, algo más allá del imperio de los likes. Hacernos cargo de los contenidos y las formas de lo que vertimos en esos espacios.

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Creo que tenemos que abrir discusiones sobre quién nos paga y las implicaciones que eso tiene. No para poner reglamentos, pero sí para construir parámetros. Asumiendo que es distinta la situación de un artista que está iniciando su carrera que la de alguien que está ocupa un lugar privilegiado, asumiendo que las situaciones personales son cambiantes, asumiendo que no siempre podemos hacer lo que nos gusta. Pero auto exigiéndonos respetar nuestros parámetros.

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Porque lo preocupante es que nos acostumbremos a trabajar como si las cosas no tuvieran consecuencias. Como si no importara nada. Lo preocupante es que por un lado hablemos de responsabilidad, de ética, de discurso artístico, de comunidad, para en la realidad acabar haciendo cualquier cosa.

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Decir que no a ciertas cosas es darle valor a lo que hacemos “de verdad”, es cuidar nuestra práctica y todas las demás. Es darle valor al terreno de lo artístico. Y esto que escribo es para estar atento a lo que hago. Para re abrir esta conversación que hoy parece tan soterrada. Para decir que no podemos permitirnos hacer lo que sea, para recordar que hay límites que no debemos cruzar.
Aunque no lo parezca este es un texto sobre el amor a lo que hacemos. 

 

Lázaro Gabino Rodríguez

 

 

 

 

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https://www.amnesty.org/es/latest/news/2023/04/el-salvador-state-emergency-systematic-human-rights-violations/

https://www.ohchr.org/es/press-releases/2023/05/el-salvador-extended-state-emergency-undermines-right-fair-trial-un-experts

https://www.oas.org/es/CIDH/jsForm/?File=/es/cidh/prensa/comunicados/2023/058.asp

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