Es imposible tener causas fundadas para no creer en los milagros
(Prólogo a la publicación de «El lugar de la sombra y la brisa» de David Gaitán)
Hace unos años, David y yo decidimos que haríamos un viaje en bicicleta, pedalearíamos hacia el norte hasta llegar al mar. Salimos muy temprano con un frío terrible. Calculamos que el recorrido nos tomaría ocho horas, pero tomó más. Cumplimos diez horas pedaleando, once horas y aún faltaba. En algún momento David se detuvo, se bajó de la bicicleta y me dijo que no podía continuar, que le dolían los tobillos, y agregó: los tobillos siempre han sido mi punto débil.
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El 21 de enero de 2023 recibí una llamada suya, me invitaba a escribir un prólogo para esta publicación de “El lugar de la sombra y la brisa” y heme aquí, sentado frente a la computadora, sin saber cómo se hace esto, convencido de que otras personas lo harían mejor. Honrado por la invitación y tentado a rechazarla. Asustado por no saber si tendré la generosidad o la inteligencia necesaria para escribir algo digno. Intentando mantener a raya la falsa modestia. Buscando la forma de contextualizar este texto dentro de una trayectoria artística, sin olvidar que escribo esto para un amigo.
Desde hace 15 años asisto a las puestas en escena de David con regularidad, no he visto todas, pero sí una buena parte de su producción. Siendo como es, alguien que produce bastante, no son pocas las horas que he pasado pensando en su trabajo. Paralelamente nuestra amistad ha hecho que conversemos mucho: en vivo, por escrito y por audio. Estos intercambios, en algunas épocas muy intensos y en otras más bien parcos, me han acercado a su manera de pensar el teatro, la sociedad, la amistad, el sexo, la muerte, la política, el amor, la vida.
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Empiezo con las sentencias: Considero que el trabajo de Gaitán no se ha leído lo suficiente como lo que es, un teatro político. (No me refiero a las frases descontextualizadas que inundan la conversación: todo teatro es político, lo personal es político, etc) Todas sus obras abordan lo político, en el sentido de poner en escena la dimensión no erradicable de las fuerzas en pugna que hay en todo grupo social.
Amos Oz en su libro “Contra el fanatismo”, explica de manera muy clara que no todo conflicto tiene una solución racional satisfactoria para las partes involucradas, su argumento contradice a cierta tradición que se apoya en una idea muy sentimental, que predica que todo conflicto en el fondo es un malentendido. No es así. Y de esto trata en buena medida el teatro de Gaitán, de valores irreconciliables obligados a coexistir.
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El motor del proyecto artístico de Gaitán es su propia perplejidad frente a una sociedad que entiende y desconoce por igual. Preocupaciones que no sabe cómo resolver en su vida. Desvelos y obsesiones que encuentran en el teatro un lugar para exponerse, recrearse, pensarse, sentirse y observarse. Su teatro es un marco, su marco, para pensar el presente.
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Continúo con las sentencias: su trabajo se articula alrededor de dos preguntas fundamentales: una pregunta ética ¿Qué es lo correcto en una situación dada? y una pregunta política ¿Cuál es el lugar del teatro en la sociedad? De estas dos preguntas se desprende una tercera ¿Cuál es la relación entre el bien y lo arte?
Estas interrogantes se han expresado en dos caminos formales predominantes: la obra dramática “clásica” (una ficción que sucede en un universo cerrado que transcurre entre un punto “a» y un punto “b” predeterminados) y la creación de “sistemas/mecanismos” (conjuntos de reglas para la escena que muchas veces incluyen al azar y plantean una relación específica con el presente de la representación).
Sus textos también se pueden dividir en dos vertientes: los que re elaboran un “clásico” y los que parten de un material “original”, muchas veces elaborado en colaboración con las actrices.
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La obra que nos convoca “El lugar de la sombra y la brisa” es una obra de “sistema/mecanismo” que no parte de un diálogo directo con un texto literario previo. En este proyecto, Gaitán regresa a temas que ha trabajado antes (la legitimidad del poder, la dignidad, la originalidad, los mecanismos de validación, el deseo, el privilegio y la congruencia entre lo que se piensa y lo que se hace), pero los re visita desde una estructura más compleja y ambiciosa de las que había intentado hasta ahora. Esta propuesta formal encontrará su plena realización en la escena. El texto que usted tiene entre sus manos, es un manual de uso para el hecho teatral. Es un mapa, una hoja de ruta, que nos muestra el camino pero no el lugar.
Me parece que “El lugar de la sombra y la brisa” es una cápsula de tiempo sobre los desvelos de una sociedad en un momento específico. Y es (usando un adjetivo que molestará a David) un honesto testimonio de un hombre frente a su tiempo.
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Mientras escribo estas líneas, me doy cuenta que el teatro para Gaitán se ha vuelto el lugar de las disputas. Es a través del teatro que ha conseguido dar cauce a una serie de contradicciones que percibe en el presente más inmediato: en sus amistades, en las redes sociales, en el campo cultural, en la moral imperante, en el discurso hegemónico y en el periférico. El lugar para tener las batallas que no puede tener en la vida. Un teatro que es espada y escudo. Su teatro se encuentra en las antípodas de quienes consideran que el valor del teatro es fundamentalmente pedagógico, y que el teatro es un vehículo para la creación de convenios morales. No busca el consenso si no una representación conflictiva del mundo y eso en los tiempos que corren, es de una valentía enorme.
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Mi intención, en un principio, era cerrar este texto con la anécdota del viaje en bicicleta y los tobillos de David, contar el final de aquella aventura y hacer una metáfora sobre su trabajo, su búsqueda y sus dificultades. Quería cerrar hablando de la amistad. Pero es un recurso un poco bobo y obvio, y la obra de Gaitán aspira siempre a lo contrario.
Lázaro G. Rodríguez