LA MUJER, LOS BONSÁIS Y LA PROTESTA
La noticia fue breve y escueta: La cinco veces campeona del concurso de Bonsái se retira.
Como era de esperarse pasó completamente desapercibida, pero para entender su problema hay que ir un poco más atrás.
El 4 de abril de 2017 fue inaugurado el “Museo Vivo del Bonsái” en el Jardín Botánico de Quito.
Fue un acto solemne en el que además se anunció que se instauraba el “Concurso anual de Bonsái” con una bolsa de más de 3000 usd.
Como parte del programa de eventos el maestro Kenyi Murata visitó Ecuador para impartir una charla y un taller práctico sobre el arte del bonsái.
A ese taller asistió Catalina Garcés y quedó fascinada. Descubrió que tenía talento y el maestro la alentó a continuar con la práctica.
A partir de ahí, ella dedicó buena parte de su tiempo y dinero a crear bonsáis.
Su capacidad es innegable, ha ganado el primer lugar del concurso anual en las cinco ediciones y se ha llevado premios que suman una generosa cantidad.
Para Catalina, en estaos años últimos años, sus árboles se volvieron todo.
El Bonsai es definido por Kenyi Murata como “una obra de arte viviente, una creación artística lograda con sentido estético y destreza que busca extraer de la belleza natural de una planta todo su esplendor”. Suzuki Daisetsu dice “La belleza de un bonsái no está en la forma exterior, sino en el significado que ella expresa”. Saburo Rato va un poco más allá “Recibimos del bonsái, paz mental y salud. Además aprendemos generosidad y paciencia. Así que, el bonsái se ve como un símbolo de paz que une a todas las razas y nacionalidades”.
Pero el mundo de hoy es complejo y son muchas las fuerzas y las tensiones que coexisten en la sociedad. Lo que para algunas personas es un símbolo de paz, para otras es una
afrenta inaceptable.
El 18 de julio de este año, un grupo de unas 15 personas acudió a casa de Catalina en la noche. Llevaban antorchas, palos y alambre, rodearon la casa y le gritaron que no se atreviera a tocar un árbol más. Que lo que ella hace con los árboles es una aberración, que los árboles tienen su tamaño, que si a ella le gustaría que la amarraran con alambres, que por qué cree que tiene derecho a hacer sufrir a una planta.
La policía llegó y dispersó a las personas que cada vez estaban más enojadas
Pero la cosa no acabó ahí. Catalina siguió recibiendo amenazas durante los siguientes meses. Una rama de eucalipto apareció en su puerta. Fue demandada en el Juzgado Vigésimo Noveno de Garantías Penales de Pichincha, con sede en el Cantón Quito, por maltratar a seres vivos. El abogado que llevó el caso para prohibir las corridas de toros está llevando el caso en su contra.
En una entrevista a Radio Quito, Catalina dijo “hoy en día, cada quien tiene que encontrar contra qué pelear y algunas personas eligieron al bonsái… a través de mí”.
Lázaro Gabino Rodríguez