LA BIENAL DE ESTAMBUL Y LA COBARDÍA CURATORIAL

Este texto lo escribí hace varias semanas y quedó ahí junto a tantos borradores sin trabajar. No estaba pensando en publicarlo porque no me parece que sea una crítica elaborada a la Bienal y tampoco es un tema que me atraviese de manera clara. Sin embargo hace un par de días vi las imágenes de las mujeres detenidas por cantar “un violador en tu camino”. 300 mujeres se reunieron para replicar la coreografía de “Las tesis” como ha sucedido en muchas latitudes. Pero en Turquía la letra fue considerada inaceptable por las autoridades y se disolvió por la fuerza la concentración. Dicen que hubo detenidas y que se amenaza con dos años de prisión a quien replique la coreografía en el espacio público. Este hecho evidenció de manera contundente mi sentir, así que aquí ese texto…
1
Sergio López Vigueras y un servidor, fuimos a pasar unos días a Estambul en medio de una gira de trabajo. Caminábamos por las calles de la parte asiática de la ciudad, cuando subimos una colina y entramos a un barrio no muy turístico. Edificios residenciales que se iban encaramando en la montaña. Dimos la vuelta y a nuestra derecha se alzaba una pared muy larga y muy alta, con alambre de púas en la parte superior. Más adelante observamos un balón ponchado y atorado en las púas, sin saber muy bien por qué tomé una foto.
Seguimos caminando y en menos de tres minutos dos hombres armados nos cierran el paso. No sé cómo nos queda claro que son policías. No hablan inglés. Nos catean y revisan nuestras mochilas. Están nerviosos. Nos piden que los acompañemos. ¿A dónde? No sabemos. Damos la vuelta a la pared enorme y descubrimos una entrada grande, es una estación de policía o una cárcel o algo así. Entramos por una puerta custodiada por un policía con un rifle al hombro, la puerta se cierra atrás de nosotros y suena seco el golpe del metal.
Sergio me había platicado unos días antes la película de «Expreso de medianoche», en la que un hombre es encarcelado en Turquía y pasa años en prisión por una nadería. Avanzamos custodiados por dos policías que nos conducen por un laberinto de oficinas, escaleras y puertas que se abren y se cierran. Llegamos a una oficina en la que los policías comienzan a hablar con alguien que está atrás de un escritorio y parece su superior. Él fuma, nos damos cuenta que tampoco habla inglés. Sergio y yo nos miramos intentando leernos. No traemos nuestros pasaportes así que nos identificamos con la licencia y la INE. Después de un rato llega el “traductor” y nos pregunta que por qué estamos tomando fotos a la estación de policía. Le explicamos que sólo fotografiamos el balón y que si quiere borramos la foto.
– Photos are very dangerous in Turkey.
Ah ok. Durante una media hora que nos parece eterna miran las fotos de mi cámara y de nuestros celulares. Nos hacen las mismas preguntas una y otra vez. Nos preguntan que en qué hotel estamos y les decimos que en un Airbnb. ¿En qué hotel están? Le damos la dirección pero no entiende o no quiere entender lo que son esos departamentos de renta. Hablan entre ellos y buscan en una computadora ¿nuestros nombres? Vuelven a las fotos de la cámara y a nuestros celulares y a su computadora. Hasta que la divinidad intercede y nos dejan ir, no sin antes advertirnos que tengamos cuidado.
2
La anécdota anterior es una minucia pero influyó en la manera en la que experimentamos la Bienal de Estambul curada por Nicolas Bourriaud y titulada de Seventh Continent. Habíamos leído bastante sobre la manera en la que el gobierno de Recep Tayyin Erdogan es absolutamente intolerante a la crítica y a cualquier tipo de protesta, también leímos sobre los casos acumulados de periodistas, filántropos, activistas y escritores encarcelados por expresar ideas incomodas al régimen. Después del intento de “golpe de estado” 2016 las persecuciones se recrudecieron en Turquía y en el extranjero donde el gobierno persigue a los simpatizantes del Movimiento Gülen.
Es en este clima que el curador francés acepta hacerse cargo de la Bienal de Estambul. Muy atrás (me parece) quedaron los postulados sobre la estética relacional y la postproducción. Y ahora el curador monta una bienal que gira en torno a re pensar el estatus de lo humano en el mundo, partiendo del concepto del Antropoceno y moviéndose al de Capitoloceno propuesto por Andreas Malm y que explica con detalle en el texto que acompaña la exposición.
Muchas artistas han trabajado últimamente sobre estos conceptos y otros contiguos y han problematizado las oposiciones entre naturaleza y cultura o los distintos enfoques que podría tener lo «humano» y lo «natural». Articulaciones que han dado como resultado obras que elaboran sobre la vida más allá de la humanidad, especulando sobre escenarios en un mundo post humano, han trabajado sobre la agencia de las plantas, las rocas y los mares, sobre la inviabilidad del proyecto neoliberal en términos ecológicos, sobre sistemas autónomos que se auto replican y no requieren de los humanos para tomar «desiciones», sobre un posible o imposible futuro: la obra de Pierre Huyghe, Hito Steyrel, Adrián Villar Rojas, Martin Roth, Mary Mattingly, Mark Dion, Olafur Eliasson entre muchos otros dan cuenta de estas preocupaciones.
No subestimo ni critico la pulsión que ha hecho que estas y otras artistas hayan trabajado en esta dirección, nada más alejado de mis intenciones. Tampoco creo que el arte este obligado a responder al contexto político de un lugar de manera directa. Lo que si me parece cuestionable es el gesto de un curador extranjero de proponer una exposición así en un contexto como el Turco. Si las mujeres no pueden bailar una canción en público en un Estado considerado una democracia hay algo urgente que atender… además del cambio climático.
Me parece que no es lo mismo presentar esa exposición en Kassel o en Venecia que en Estambul. Las condiciones políticas en Turquía hacen que el gesto sea leído no como una manera de enfocar un asunto urgente, sino como la conveniente coartada para una exposición que se desarrolla en un régimen que censura sin verguenza, se lee como la neutralización del potencial del diálogo artístico con su realidad inmediata. Esta Bienal le da la espalda a la realidad Turca y desde París (o donde sea) nos viene a decir que luego hablaremos de las particularidades de cada lugar, porque lo importante ahorita es algo que nos concierne a todas por igual. Ni una mención específica a ningún nombre propio, ni una mención a la inundación de la ciudad de Hasankeyf… nada que pudiera proyectar responsabilidad sobre alguien o alguienes.
Supongo que hubiese habido muchas maneras sutiles de que la Bienal dialogara con el exterior del edificio. Pero me parece que el señor Bourriaud (que para quienes no somos especialistas se nos presenta como el Porfirio Muñoz Ledo de la curaduría) una vez más se equivocó y nos presenta una exposición que es sobre todo un acto de cobardía; porque, quiero suponer, que no estaba obligado a aceptar el encargo.
Lázaro Gabino Rodríguez
Pd. No me detengo a hablar sobre las obras de la Bienal en donde me parece que se presentaron trabajos excepcionales. Mucha escultura y relativamente poco video. La pintura también estuvo muy trabajada en las 2 sedes que visité. Muchas artistas jóvenes y muchos artistas de edad avanzada o ya muertos. Me parece que hubo un gesto por limitar el número de artistas «superestrellas» (Heaegue Yang) y concentrarse en artistas mid career (Tala Madani, Jonathas de Andrade, Korakrit Arunanondchai, Mika Rottenberg, Marguerite Humeau etc) y la «recuperación» de artistas menos mediaticos (Glauco Rodrigues y otras que no anoté). Hubo, me parece, una preocupación consciente por la paridad. La verdad, disfruté de muchas obras, pero no podía sacarme de la cabeza la pregunta de por qué el señor consideró que esto era lo que había que ver aquí y ahora.
Lázaro Gabino Rodríguez