Que se hunda el barco pero que quede el diario del capitán


Texto de presentación del libro «Sin ensayar» de Rodolfo Obregón, en el marco del festival de la joven dramaturgia )
Gabino- Luisa Pardo no pudo venir, pero me pidió que leyera un par de poemas de Ryszard Kapuscinski y una breve reflexión.
Luisa (interpretada por Gabino) –
I
Nuestros muertos
qué poco les importa ya nada
son fríos
indiferentes
no hacen preguntas
se mantienen apartados
siempre en el mismo lugar
callan
II
Me he alejado tanto de mí mismo
que ya no sé decir nada
sobre mí
ni lo que siento
cuando me mojo bajo la lluvia
ni cuando me convierto
en una brizna de hierba seca
quemada por el sol
no sé encontrarme
a mí mismo
describir a este personaje
nombrarlo
asegurar
que existe
Como ustedes saben Kapuscinski fue sin duda, uno de los más importantes cronistas del siglo XX. Después de su muerte, varios artículos publicados y sobre todo la biografía de Domoslawski, sacaron a la luz datos que señalaban que muchas de las cosas que aparecían en libros como El emperador, El imperio o La guerra del futbol, no eran testimonios «reales»; que Kapu… había estado algunas veces en dos lugares a la vez, que cierto testimonio había sido cambiado un poco, que la «no ficción» estaba mezclada con la «ficción». Hubo profundas discuciones entre los que consideraban que Kapu… había traicionado el pacto de ”verdad” que había establecido con sus lectores, y otros que consideraban que el hecho de que él se hubiera ficcionado en tal lugar estando en otro… solo hacía más grande a Ryszard. Yo, desde luego, estoy con los segundos
Gabino-
I
Dos de mis placeres más procurados son leer crónicas e ir al teatro.
Cuando yo era niño mis dos alimentos favoritos eran los hot cakes y la catsup. Me costó trabajo entender que no los podía combinar, en mi infantil lógica si los dos me gustaban mucho, juntos me gustarían más.
Así que sin saber muy bien porque, aunque siguiendo un extraño designio, nunca se me ocurrió juntar la crónica y el teatro.
Martín Caparrós, cuando bebía y era más divertido, me dijo que no entendía porque alguien como yo se dedicaba a la actuación… tras esas largas peroratas que solo los argentinos saben hacer, me confió el origen de la desconfianza que desde niño tenía por la escena, más o menos iba así: un día pasaba con mi madre por puerto madero y unos comediantes habían montado un tinglado y representaban una obra.
El niño Martín paró y su madre hizo lo mismo, sobre el escenario había un dragón. Martín volteó a izquierda y derecha intentando entender la situación y observó que todos los padres estaban muy tranquilos mirando hacía otros lados (todavía no existían los celulares), la misma madre del cronista lo jaló para que siguieran caminando, bajo el pretexto de que iban a llegar tarde a la cita con la abuela, pero no hizo mención ninguna de la sobrenatural criatura que acababan de ver.
“Desde ese momento se sembró en mi una profunda desconfianza hacia el teatro. Desde aquel momento el arte teatral se volvió el arte de los crédulos, de los ingenuos y yo he dedicado a mi vida a pertenecer al club contrario”.
Para mi que, al igual que para Rodolfo, el teatro ha sido el eje de mi vida, me enfurece la sola posibilidad de que alguien equipare al teatro con la mentira, pero más me molesta que se equipare la crónica con la verdad. Y ahora que la crónica agarró vuelo… vaya que eso abunda, no es difícil encontrar en los cronistas un halo de superioridad con esa mirada del mundo tan anclada a la realidad y que ellos hacen pasar por verdadera: de Leila Guerrero a Andrés Solano y de Caparrós a Villoro pasando por Fonseca y etc.
La única crónica que puede ir contra la crónica, es decir alimentarla, es la que sabe que en el centro de su análisis está una ficción, algo que es y no es a la vez, un incendio, humo. Una ficción que por contraste pone en perspectiva la presunta realidad.
II
Todos los grandes creadores tienen problemas de piel, diría Txalo Toloza. Pero además de eso, todos, han tenido una enorme preocupación por las posibilidades y los alcances de la documentación de las artes escénicas. Proyectos no han faltado: notaciones, esquemas, dibujos, audios, videos etc.
Lo intentamos y seguimos fallando de las maneras más disímbolas y también hay que decirlo, más ingenuas.
Una evidente falta de problematización ha hecho que gran parte de los creadores en el mundo tengamos videos espantosos que emulan el punto de vista de un hipotético espectador y que no hacen justicia ni a la marca de la cámara que se usa.
El colectivo AM realizó hace un par de años un proyecto en el MUAC en el que buscaron documentar una coreografía a partir de invitar: dibujantes, videoastas, ajustadores de seguros, psicólogos, fotógrafos y deportistas….
(Improvisar explicando el proyecto)
Al final nos quedábamos con una serie de registros y las manos vacías.
Ante la imposibilidad de aprehender el fenómeno teatral, recuerdo con emoción el proyecto de Olga de Soto: Una introducción. Que es una investigación sobre la pieza La mesa verde del coreógrafo alemán Kurt Joos. Esta coreografía fue estrenada a punto de que el Nazismo tomara Europa y es considerada una de las piezas dancísticas más comprometidas de la historia. En este proyecto, Olga busca reconstruir la pieza a partir de los testimonios de las personas que asistieron a su estreno aquel 3 de julio de 1932 al teatro de los Campos Elíseos..
(Improvisar explicando el proyecto)
Nos hacemos a la idea de lo que pasó ese día de manera muy poética, pero la falta de sistema en la mirada de los ahora ancianos, nos deja más curiosidad que respuestas.
III
Viajar el teatro es caro. Es decir que nos llega poco de lo que se hace en otros Estados, otros países, otros continentes.
La imposibilidad del teatro de ser documentado tiene consecuencias muy importantes para el teatro mismo. Un estudiante de cine crece viendo a Tarkovski a Bela Tarr o a Sam Peckimpah, de la misma manera en que un estudiante de pintura tiene a su disposición la historia de su disciplina. Imaginemos a un estudiante de cine que solo pudiera tener acceso al cine que se produce en el presente… un joven que creara su obra solo a partir de Luis Mandoki, Gonzalez Iñarritu y Alfonso Cuarón… el horror.
Los textos dramáticos no son el teatro de la misma manera que el mapa no es el territorio.
¿Qué podemos consultar los creadores de teatro? Y sobre el presente ¿A qué de lo producido en otras latitudes tenemos acceso? Las respuestas están a la vista: el regionalismo de estéticas imperantes se vuelve la regla y la perpetuación ad nauseum de las estrategias de nuestros maestros dan como resultado que el teatro evolucione más lento que ningún otro Arte, y esto cuando evoluciona… que ya es ganancia.
El libro que nos convoca, opera como contrapeso y de entrada nos permite conocer que hay y hubo un mundo haya afuera.
Rodolfo hace un recorrido por muchos y variados momentos de su vida, este libro es un parcial testimonio de una manera de vivir el teatro, es decir, la vida. Nos lleva a recorrer no solo un mundo que ya no existe (Una cárcel que se llamó Almoloya, un Berlín dividido, un Egipto previo a la primavera Árabe o de una Rusia que aunque igual de problemática lo era por razones muy distintas) Nos comparte una visión del mundo a partir del teatro, que como él mismo expresa ha sido una de las principales razones de sus viajes.
Este libro tiene la virtud de que a través de una serie de experiencias personales, nos ayuda a conocer como se hizo, se pensó, se percibió y fue vivido el teatro antes de que algunos de nosotros nos dedicáramos al teatro. Y además pone a dialogar (en línea con una tradición intelectual hoy en peligro de extinción) el acontecer nacional con el mundo y al mundo con el acontecer nacional.
Pero el libro tiene la virtud mayúscula, de que muestra que la crónica es un medio que puede documentar el teatro.
Sin ensayar es, además de un placer para el lector, un documento muy valioso. El compartir sistemático de una experiencia, en manos de un especialista de la escena nos da acceso al teatro de otros tiempos.
Rescatar del olvido, salvar del incendio. La memoria es poco pero a veces es lo único que tenemos, como dicen dijo Kapuscinski, que se hunda el barco pero que quede el diario del capitán.
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