SÃO PAULO

Tengo dos amigos viviendo en Sao Paulo, Emiliano Barrientos alias “el Kore” y Carlos Facio alias “el Facio”. Muy amigos. Vivimos juntos años definitivos, años adolescentes, salvajes y afiebrados, años en los que hicimos viajes de todo tipo, en los que tomamos decisiones y humillamos a nuestros compañeros. Años de prisa.
En fin, lo que se llama en tiempos de facebook: amigos “de verdad”.

 
 
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El día 5 de agosto, estaba volando sobre la mayor ciudad de Brasil. Desde el avión se intuye la monstruosa dimensión de una ciudad sin fin, de 20 893 053 personas viviendo lo que les tocó por vida. Se adivina la ciudad más rica, la más próspera para hacer negocios de Latinoamérica. Una ciudad expandida, que no puede parar. Una ciudad con una altitud media de 860 metros sobre el nivel del mar. Observo miles de rascacielos, todos iluminados, una ciudad orientada hacia el cielo. 
 
 
 
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Pasaré menos de 4 días en la ciudad. Vinimos a hacer dos funciones de “Derretiré con un cerillo la nieve de un volcán” al Centro Cultural Sao Paulo. Me parecen interesantes los paralelismos históricos que se pueden establecer entre un país que tuvo una dictadura militar con “elecciones” y otro que tuvo un partido hegemónico que también hacía elecciones, un país que en una demostración de su músculo económico organiza el mundial y las olimpiadas seguidos y otro que también. Un país que acaba de descubrir enormes yacimientos de petróleo y que se dispone a “administrar la abundancia” y otro que los descubrió hace mucho y así le fue. Brasil es un país con enormes desigualdades, que está viviendo el milagro brasileño, aunque no son pocos los economistas que mencionan que los gobiernos de Lula y Dilma han realizado un manejo irresponsable de la economía, una política contraria a la del expresidente Cardoso, que ha contraído una deuda muy grande. Son muchos los que afirman que ya sonó la alarma, pero nadie la escuchó.




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Sao Paulo nació como una misión de jesuitas. El 25 de enero de 1554 inicia la construcción de una escuela y es ahí donde se funda La villa de Sao Paulo. Durante muchos años fue una ciudad menor dentro de la estructura de la colonia. No tuvo una preeminencia económica ni política. Su crecimiento durante casi dos siglos fue moderado. Sin embargo algunos eventos la fueron colocando en el mapa, la independencia de Brasil fue declarada ahí.
El descubrimiento de oro en Minas Gerais, vecino de Sao Paulo, hizo que la región cobrara importancia, al oro le siguió una producción importante de azúcar y café. El crecimiento del puerto de Santos y la construcción del ferrocarril, convirtieron la ciudad en una auténtica fuerza económica. Pero fue durante la segunda guerra mundial que la ciudad tuvo un crecimiento definitivo, la necesidad de los países industrializados de contar con materias primas hicieron que Sao Paulo aumentara sus exportaciones, activando la industria, la agricultura y la minería. Hoy es una de las diez ciudades más caras del mundo, según el “Worldwide cost of living survey” de 2011 es más cara que Londres, París, Milán y Nueva York. Sede de la USP (Universidad de Sao Paulo) que está considerada como la mejor universidad región 4. Tiene 5.667 rascacielos, sólo por debajo de Hong Kong y Nueva York.
 
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El primer día fui a Ibirapuera. Todas las ciudades deberían tener un parque gigante, por ley. Todos los seres humanos que vivimos en ciudades, deberíamos tener la posibilidad de ir a pasear a Ibirapuera una vez a la semana, de tener un descanso, un “bálsamo para las heridas de la mente”. Un remanso de la ciudad, un espacio para pensar. Ese día, mirando el atardecer en la mitad del parque me reproché no haberles escrito aun a mis amigos. Me sentí un poco tonto por no haberme tomado 10 minutos en invitarlos a la obra y a beber una cerveza después. Anocheció.
 
 
 
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Las funciones fueron buenas. mejor de lo que esperábamos. Las plantas de la escenografía se veían salvajes. Terminamos contentos. Esa noche teníamos pactado un encuentro con un grupo de teatro paulista: Ph2. Nos encontramos con ellos, platicamos y bebimos mucha cerveza y algo de cachaza. A las cuatro de la mañana, nos corren del bar y después de una serie de tentativas por seguir la fiesta, regresamos al hotel, borrachos. Me duermo.
 
 
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Sueño con una ciudad gigante, que no es Sao Paulo, aunque se parece un poco. Es una ciudad de avenidas grandes y mucho tráfico. De mujeres guapas. Una ciudad en la que se come mucho y se bebe más. Una ciudad en la que el pan es de queso. Una ciudad con fiebre. Joven, muy joven. Hermosa y horrible a la vez. Monstruosa. Inhóspita a ratos, dura. Rara, rasposa y rápida. En algún momento me elevo, veo la ciudad desde el aire, como si estuviera en un helicóptero, me estoy yendo de Sao Paulo y me comienzo a angustiar: siento que no estoy viviendo mi vida. Siento que estoy viviendo un prólogo, un prefacio. Por eso puedo cruzar el continente, aterrizar en una ciudad de 20 millones de personas y no llamar a dos amigos. Como si fueran a existir siempre más oportunidades, otras tomas, vida después.
 
 
 
 

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Me despierto antes de que amanezca, me visto y salgo del hotel. Camino a Ibirapuera. Cuando llego está amaneciendo. Camino hacia el lago mientras el sol comienza a iluminarlo todo. Me siento en el pasto, no hay nadie en ibirapuera.



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Nada es mío, todo es robado.

 

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